sábado, 15 de novembro de 2008

¿Se cumplió la profecía de Joel 2:30-32 el día de Pentecostés? - W.Kelly

Introducción

Los que se oponen a la verdad dispensacional postulan la teoría de que la Iglesia es el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento dadas a Israel concernientes al Reino, una noción que es contraria a Romanos 16:25; Efesios 3:5 y Colosenses 1:26 (véase ¿Hablaron los profetas del Antiguo Testamento acerca de la Iglesia?).

Los judíos ciertamente tenían que esperar un reino temporal, y por ende el remanente piadoso esperó un reino temporal, tal como lo hizo nuestro Señor, quien confirmó la expectativa del reino. Pero el reino fue presentado unido a la humilde persona de Aquel que fue rechazado, y de ahí que fuera «pospuesto». Naturalmente que Dios jamás tuvo el propósito de inaugurar el reino entonces. Cristo debía morir y Dios ser glorificado de esa manera, lo cual dio lugar a la redención. Entonces se introdujo un «paréntesis celestial» que ocupa el tiempo entre Pentecostés y el arrebatamiento de la Iglesia.

El objetivo que persiguen aquellos que tratan de espiritualizar las profecías concernientes al reino, es mostrar que el reino del Mesías fue inaugurado en Pentecostés (véase O. T. Allis Prophecy and the Church, Philadelphia: Presbyterian and Reformed, 1945). Algunos han imaginado que el libro de los Hechos constituye una clara prueba de esto. O. T. Allis, en el libro recién citado, página 134, concluye:

«El veredicto del Libro de los Hechos sobre la cuestión en cuanto a si la Iglesia, cuya fundación describe de una manera muy ilustrativa, fue anunciada de antemano por los profetas parece ser tan clara e inequívoca que deberíamos dar por concluido nuestro caso tras citar su testimonio. Pero sería bueno mostrar que el testimonio de los Hechos es plenamente confirmado por el uso hecho del Antiguo Testamento en otros libros del Nuevo Testamento.»

En este breve espacio no trataremos todos los pasajes de Hechos, ni los demás pasajes del Nuevo Testamento, que tratan acerca de este tema, sino que nos limitaremos al tratamiento de la profecía de Joel 2 citada por el apóstol Pedro en el capítulo 2 de los Hechos.

La Iglesia no puede ser el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento concernientes al reino

“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe” (Romanos 16:25-26).

“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:8-11).

“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Colosenses 1:24-26).

Para creer que las profecías del reino del Antiguo Testamento hablan de la Iglesia, uno tendría que buscar la forma de evadir la clara fuerza de las Escrituras citadas. Todos los pasajes del Nuevo Testamento citados del Antiguo, los hemos de examinar, sin excepción, a la luz de la guía que nos brindan estos pasajes, los que demuestran que el misterio de Cristo y de la Iglesia no es un tema perteneciente a la profecía del Antiguo Testamento.


LA PROFECÍA DE JOEL (Hechos 2:16-21)


Citas del Antiguo Testamento

Hay dos maneras generales en que el Nuevo Testamento cita pasajes del Antiguo (véase An Exposition of the Book of Isaiah, por W. Kelly, pág. 54-58 para ver cómo es citado el libro de Isaías en el Nuevo Testamento).

1) Las citas del Antiguo Testamento se hacen para mostrar un cumplimiento, como es el caso frecuente en
el evangelio de Mateo. Un claro ejemplo lo constituye Hechos 1:16 respecto de Judas.

2) Las citas del Antiguo Testamento se hacen al menos con tres propósitos:

a) Para ilustrar un punto

b) Para hacer una aplicación

c) Para mostrar que algo no es incongruente con los caminos de Dios.

Por consiguiente, algo puede caer dentro del uso de la profecía pero sin ser su cumplimiento. Hechos 2:17-21 y Hechos 15:14-18 son ejemplos de # 2. A veces las citas son muy completas y contienen más de lo relacionado estrictamente con el punto en consideración, mostrando así que el cumplimiento no ha ocurrido. El cumplimiento es estrictamente milenario, pero algo en # 2 es aplicable mientras tanto.

Hechos 2:17-21

“Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto.”

Este pasaje es milenario, y aguarda su cumplimiento en el Milenio. Pedro simplemente mostró a sus oyentes que lo que había sucedido no era incongruente (o absurdo) con los caminos de Dios. La profecía de Joel, por lo tanto, no se cumplió el día de Pentecostés, si bien la efusión del Espíritu (v. 17) y la invocación del Nombre del Señor (v. 21) sí caen dentro del alcance de la profecía de Joel. Además, la posición que asumimos respecto de esto, es que no hubo ni siquiera un cumplimiento parcial de la profecía. El derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés no fue “sobre toda carne”, como la profecía de Joel establece que será.

“Los postreros días”

Algunos han sugerido que por el hecho de que Joel escribió: “y después de esto” (2:28) y que Pedro dijo “y en los postreros días” (Hechos 2:17), Pedro pretendió decir con eso que sus oyentes estaban viviendo en los postreros días. Pero Pedro no hizo ninguna pretensión tal. “Los postreros días” que Pedro mencionó, no se refieren a los postreros días en que nosotros estamos viviendo hoy. La segunda epístola a Timoteo describe la ruina que sobrevino a la iglesia y presenta el carácter de “los últimos días” en el capítulo 3 describiendo un estado de cosas cambiado. Este tiempo es llamado por Juan “el último tiempo” (lit. “la última hora”; 1.ª Juan 2:18). “La última hora” marca un cambio en el estado de la iglesia. “La última hora” no fue inaugurada en el día de Pentecostés como tampoco lo fueron “los postreros días” de Joel o de la cita de Pedro.

Los “postreros días” de los profetas (Isaías 2:2-4; Jeremías 23:20; Oseas 3:4-5; Miqueas 4:1) tienen que ver con los caminos gubernamentales de Dios en la tierra. Ellos se refieren a los postreros días de Israel.

Profecía, visiones y sueños

Joel había escrito: “y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos 2:17). Obviamente que esto no sucedió, pero si Joel hubiese hablado de la formación de la Iglesia, esto simplemente tendría que haber sucedido. Ante la insuperable dificultad del problema, un objetor propuso sortearlo así:

«Puesto que las lenguas podrían describirse ampliamente como un tipo de profecía, este pasaje proporcionó el equivalente más cercano a las lenguas en la fraseología del Antiguo Testamento…» (I. H. Marshall, Acts, Leicester: Inter-Varsity, 1983, p. 73).

Es claro, pues, que los sueños y las visiones no ocurrieron en el día de Pentecostés.

Señales abajo en la tierra

Pedro dice: “Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto” (Hechos 1:19-20).

De las señales se ha dicho que «probablemente sean el don de lenguas y los diversos milagros de sanidad que han de registrarse poco después» (I. H. Marshall, op. cit, p.74). Así se admite implícitamente que los milagros de sanidad no ocurrieron en Pentecostés, y entonces ¿cómo pudo cumplirse la profecía de Joel el día de Pentecostés?

Prodigios arriba en el cielo

Los que sostienen que la profecía de Joel se cumplió en Pentecostés, guardan silencio respecto de la sangre, el fuego, etc. Pero de alguna manera lo tienen que manipular. Entonces, ¡la teología parece tener la respuesta!. Veamos:

«Si no aceptamos que la referencia es a las señales cósmicas que acompañaron la crucifixión (Lucas 23:44f.), entonces Pedro dirige su mirada hacia adelante, a las señales que anunciarán el fin del mundo… al “fin” de los últimos días, más bien que al “principio” de éstos, que están justamente tomando lugar» (I. H. Marshall, op. cit, p.74).

Cualquier cosa vale, con tal de mantener la teoría de que la iglesia cumple las profecías del Antiguo Testamento concernientes al reino. ¿Acaso una u otra sugerencia de este autor da cuenta de cómo se cumplió la profecía de Joel el día de Pentecostés?

Respecto de Lucas 23:44:

1. Ocurrió antes de Pentecostés
2. Si Joel ha de ser entendido literalmente respecto al sol vuelto en tinieblas, ¿por qué no también la luna
vuelta en sangre? [1]

La profecía de Joel no tiene nada que ver con el oscurecimiento del sol cuando nuestro Señor padeció en el Calvario. Por supuesto que las tinieblas fueron literales. Sin embargo, la profecía de Joel en cuanto a que la luna se convierte en sangre es simbólica. Los símbolos del sol, la luna y las estrellas estuvieron presentes en los sueños de José, y su significado entonces era Jacob, su esposa y sus hijos, respectivamente. Estos símbolos son empleados para poderes: supremo, derivado e inferior, respectivamente. Estos símbolos se hallan asociados repetidas veces con el día del Señor (Isaías 13:9-11; Ezequiel 32:7-8; Joel 2:10 y 3:15). Nuestro Señor usó también estos símbolos (Mateo 24:29; Marcos 13:24-25) así como lo hizo Juan (Apocalipsis 6:12; 8:12, cf. 12:1). Pero no queremos decir que no haya de haber verdaderas señales en los cielos.

“Esto es lo dicho” (Hechos 2:16)

Algunos que se oponen a la verdad dispensacional aseveran que esta expresión significa que en Pentecostés se cumplió la profecía de Joel [2]. Esto hace que trabaje la imaginación teológica. En realidad, lo cierto es que el Espíritu vino en Pentecostés a fin de cumplir la promesa del Padre (Lucas 24:49; Juan 14:26). El Espíritu no fue dado hasta que el Señor Jesús no fue glorificado (Juan 7:39). Y, una vez exaltado, Cristo recibió del Padre el Espíritu, el que luego derramó (Hechos 2:32-33). Por eso, el Espíritu que hemos recibido, no es llamado el Espíritu de la profecía de Joel, sino el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13).

Otra opción que eligen algunos es aplazar parte de la profecía por más de 1900 años hasta el momento. De ese modo, la posición asumida por el editor del Evangelical Quarterly, I. H. Marshall, es la siguiente: «En los eventos de Pentecostés, Pedro ve el comienzo de lo que habrá de cumplirse» (I. H. Marshall, op. cit, p.74). No nos sorprende que no hiciera ningún comentario sobre las palabras “esto es lo dicho por el profeta Joel”. Él tuvo la oportunidad de leer a otros amilenaristas sobre este pasaje, que han aseverado que estas palabras quieren decir: «Esto es el cumplimiento de lo dicho.» Pero su punto de vista es éste: «Esto es el cumplimiento parcial de lo dicho», puesto que una parte resta por ser cumplida, dice, en el futuro.

La verdad es que el único entendimiento de la expresión «esto es lo dicho» que hace justicia al pasaje —y que está además en armonía con las declaraciones de la Escritura en cuanto a que el misterio estaba “escondido desde los siglos en Dios” (Efesios 3:9), y que se ha mantenido silencio acerca de él (Romanos 16:25-26), y que “había estado oculto desde los siglos y edades” (Colosenses 1:25-26)— es éste: “Esto es lo dicho” significa que el derramamiento del Espíritu tiene ese carácter, y no que sea el cumplimiento.

Ya se ha dicho en otro lado que la objeción a esto, a saber, que el pasaje no dice «esto tiene ese carácter» es contradicho al señalar que el pasaje no dice: «Esto es el cumplimiento de lo dicho». Y mucho peor es el punto de vista de I. H. Marshall, que hace que las palabras signifiquen «Esto es el cumplimiento parcial de lo dicho» (o «esto es el principio del cumplimiento de lo dicho»).

Pedro demostró a su audiencia que la noción de que esto era necesariamente embriaguez, era falsa, puesto que Joel ya había hablado de algo de carácter similar. Por eso, había otra explicación, la verdadera explicación. Así pues, en el día de Pentecostés, el derramamiento del Espíritu cae dentro de la esencia de este aspecto de la profecía de Joel, pero no la cumplió ni plena ni parcialmente [3].

Joel dijo “sobre toda carne”

En Hechos 2, el Espíritu vino sobre los judíos únicamente. Y el hecho de decir que eso fue también el comienzo del cumplimiento, haría necesaria una consideración no dispensacional del pasaje, y tal punto de vista es naturalmente asumido por algunos (véase F. F. Bruce, The Books of the Acts, Grand Rapids: Eerdmans, p. 68, 1955). Es interesante el hecho de que el Espíritu de Dios haya citado a Joel en relación con el derramamiento del Espíritu sobre toda carne. Otras referencias sobre la efusión del Espíritu hacen referencia solamente a Israel (Isaías 32:15; 44:3-4; Ezequiel 36:27; 37:14; 39:29; cf. Isaías 59:21; Zacarías 12:10-14). En Pentecostés, el Espíritu Santo vino sólo sobre los israelitas, y, sin embargo, ni uno de aquellos pasajes que se refieren únicamente a Israel fue seleccionado por el Espíritu. Pentecostés no fue el cumplimiento, ni para Israel ni para toda carne. No obstante, la profecía de Joel bien pudo haber sido seleccionada por el Espíritu por cuanto la bendición no habría de limitarse a estos judíos, sino que alcanzaría a los gentiles, a quienes Dios salvaría durante el presente período.

El día del Señor

Los prodigios y señales ocurrirán “antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto (lit.: epiphaneia)” (v. 20). “Antes”, pues es correcto decir que los prodigios y señales simplemente precederán ese día. Es un error decir que el día del Señor se inaugura en el arrebatamiento; tales señales no precederán el arrebatamiento de los santos. Lo que introduce el día del Señor es la aparición (epiphaneia) del Señor Jesucristo en gloria, y los prodigios y señales ocurrirán después del arrebatamiento.

La invocación del nombre del Señor

“Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (v. 21). Éste es un bendito hecho, el cual es nuevamente citado en Romanos 10:13. La cita que hizo Pedro de Joel llegó hasta este versículo, el cual, aunque en Joel se refiera a los últimos días, también tiene una aplicación para el tiempo presente. Esto es lo que él deseaba traer ante sus oyentes de modo que pudiesen arrepentirse y ser salvos. La cita de Joel respecto al Espíritu, contestó a la acusación de embriaguez. La aplicación del v. 21 satisfaría sus más profundas necesidades. O. T. Allis observó:

«Mas las palabras mismas son claramente aplicables a esa misteriosa iglesia…» (Op. cit., p. 135).

El versículo 21 es ciertamente aplicable hoy día. Pero ese hecho, sin embargo, no prueba que la iglesia constituya el tema de la profecía. El v. 21 ilustra cómo algo puede ser «aplicable» sin ser el cumplimiento, y sin que el misterio sean un tema de la profecía. Además, el v. 21 se aplica a individuos.

Las nociones citadas de aquellos que se oponen a la verdad dispensacional son nociones características de cómo toman las Escrituras. Y es precisamente esa manera de distorsionar la Escritura (no que lo sea intencionalmente) la que se requiere a fin de sostener la idea de que la Iglesia es el Israel espiritual, y que la Iglesia es un tema de la profecía del Antiguo Testamento.

NOTAS:

[1] N. del E.― F. F. Bruce, The book of the Acts, Grand Rapids: Eerdmans, p. 69, 1955, dice: «La luna llena pascual bien pudo aparecer en el cielo de color rojo sangre como consecuencia de esas tinieblas preternaturales.» Eso se refiere a un evento que tuvo lugar antes del día de Pentecostés, y en cualquier evento que fuere, ello está ciertamente fuera de las palabras “Esto es lo dicho”. En el Calvario tuvieron lugar tinieblas literales; pero en cuanto a la luna, se nos ofrece un «bien podría ser que…» y una apariencia de una luna color rojo sangre.

[2] N. del E.― «Pedro hace de la manifestación del Espíritu el cumplimiento e la profecía judía anunciada por Joel… Pentecostés fue el cumplimiento de las propias profecías de ellos», The Wesleyan Bible Commentary, Grand Rapids: Baker Book House, vol. 4, p. 507, 1977. Otro dice: «Contrariamente a la interpretación de Pedro, a saber, que en el día de Pentecostés se cumplió la profecía de Joel…» G. L. Bahnsen y K. L. Gentry, Jr., House Divided, Tyler: Institute for Christian Economics, p. 75, nota 30, 1989. Una cosa muy extraña aparece en el comentario «dispensacionalista» de la Facultad del Seminario de Dallas, The Bible Knowledge Commentary, Wheaton: Victor Books, p. 358, 1983: «Esta cláusula no significa ‘Esto es como lo que’, sino que significa que en Pentecostés se cumplió lo que Joel había descrito. Sin embargo, las profecías de Joel citadas en Hechos 2:19-20 no fueron cumplidas. La inferencia es que la señal se cumpliría si Israel se arrepentía.» La última frase no es más que pura imaginación. Todo esto se parece más a un punto de vista ultradispensacionalista de Hechos 2; y viola, además, el hecho de que la iglesia no es el tema de las profecías del Antiguo Testamento.

[3] N. del T.— J. Dwight Pentecost coincide con lo dicho al escribir: «Algunos han insistido en que Pedro ofrece de nuevo el reino a Israel en el capítulo dos de los Hechos, ya que él cita el pasaje de Joel, que promete la plenitud del Espíritu en la era milenaria. Sin embargo, parece mejor entender que Pedro no está diciendo que la experiencia que tienen ante ellos es el cumplimiento de la profecía de Joel, para que ellos se consideren en el reino, sino que más bien, Pedro está citando la profecía de Joel para verificar el hecho, que Israel conocía por sus Escrituras, de que tal experiencia de la plenitud del Espíritu era posible» (Eventos del porvenir, pág 357, ed. Vida).

RESUMEN

Muchos escritores pretenden que Joel 2:30-32 se cumplió el día de Pentecostés, lo cual es una extraña afirmación que tiene toda la evidencia en contra yaciendo tan sólo en la superficie de Hechos 2.

El derramamiento del Espíritu profetizado en el Antiguo Testamento, tendrá lugar en relación con la introducción de la bendición milenaria. Los judíos en particular experimentarán el derramamiento del Espíritu sobre sí (Isaías 32:15; 59:21; Ezequiel 36:27; 37:14; 39:29; cf. Zacarías 12:10-14, etc.), y en Joel 2:28-32 también vemos lo mismo con varias otras características observadas.

1) El Espíritu será derramado sobre toda carne (i.e. sobre todas las naciones, y no necesariamente sobre toda persona). Esto no ocurrió en Pentecostés. Pedro no dijo: «Lo que veis ahora, sumado a lo que acontecerá a medida que el cristianismo se expanda por el mundo, es lo que», sino que dijo: «Esto es lo dicho», y esto no fue literal, completamente, “lo que dijo”.

2) ESTO ocurrirá “después”. Compárese Isaías 1:26 con Zacarías 12:10-14. Tendrá lugar después de la reunión de Israel. Israel no fue reunido el día de Pentecostés.

3) Los anunciados sueños y visiones no ocurrieron el día de Pentecostés.

4) Los eventos descritos en Joel 2:30-32 precederán el derramamiento del Espíritu, el cual será una bendición que sigue a los juicios. Pedro preservó la relación al citar el pasaje entero. Estos juicios no ocurrieron antes ni en el día de Pentecostés.

Está claro, pues, que la profecía de Joel no se cumplió el día de Pentecostés. El punto en la referencia de Pedro a la profecía de Joel es que hay ciertos rasgos de la bendición milenaria y de la bendición registrada en Hechos 2 que son los mismos. Definitivamente Pedro no dijo que éste era el cumplimiento de la profecía de Joel. Y no lo podía ser puesto que la profecía de Joel anticipa el cumplimiento milenario. Pedro mostró que el Antiguo Testamento hablaba de una cosa tal como el derramamiento del Espíritu, con lo cual demostró que lo que estaba sucediendo no era incongruente con la Escritura.

Pedro respondió a la perplejidad de algunos y al insensato e ignorante cargo de ebriedad hecho por los judíos (v. 14). Para estos burladores, lo que ocurría no podía ser otra cosa que ebriedad, pero ¿nunca habían oído la profecía de Joel? Sí, era una manifestación del Espíritu de Dios, de lo cual Joel tenía algo que decir. «Esto es aquello (no el evento) de que habló Joel». Por lo tanto, había una explicación diferente aparte de la ebriedad. La Escritura habló de tal actividad del Espíritu de Dios (es decir, del derramamiento del Espíritu). Aclaremos también que el derramamiento del Espíritu no es lo mismo que el bautismo en el Espíritu (1.ª Corintios 12:13) o que el sello con el Espíritu. Él será derramado de nuevo a fin de que la profecía de Joel se cumpla, y para la bendición milenaria. Pero eso no significa que los santos en el Milenio serán sellados o bautizados en el Espíritu, ni es ésa otra venida del Espíritu Santo. La capacidad en la cual él vino en Pentecostés se aplica solamente una vez. Dejará de operar en esa capacidad cuando los santos sean arrebatados (cf. 2.ª Tesalonicenses 2:7), y sin embargo permanecerá en la capacidad de producir el nuevo nacimiento y para realizar cualquier otra función que agrade a Dios. En el Milenio, las distinciones entre judíos y gentiles volverán a existir. Los santos milenarios no estarán en el Cuerpo de Cristo, aunque sus pecados serán perdonados por la sangre de Cristo y su posición y entendimiento serán en anticipación de los tiempos del Antiguo Testamento.

CONCLUSIÓN

Los que se oponen a la verdad dispensacional no han descubierto la belleza de la referencia que hace Pedro a la profecía de Joel en Hechos 2. Cuando Pedro defendió a los cristianos, los cuales estaban hablando el Evangelio en lenguas diversas, de la acusación de ebriedad, meramente dijo: “Esto es lo dicho por el profeta Joel.” Claramente no dijo que era «el cumplimiento» de Joel 2, sino meramente una parte de lo que Joel profetizó para el futuro. Pedro, como su Señor antes de él, sabía dónde cerrar el libro (Lucas 4:16-20), pues no leyó el resto de lo que Joel dijo. Lo que ocurrió en Pentecostés no era embriaguez, sino meramente la evidencia del poder del Espíritu; y Joel es solamente utilizado para ese fin. La profecía de Joel aguarda todavía su cumplimiento en el día de la restauración de Israel.
APÉNDICE

«Hechos 2:12-21. Como de costumbre, los hombres se agrupan en más de una clase, algunos atónitos, otros hostiles y escarnecedores. Pedro toma la palabra y explica los hechos con seriedad y claridad. Él niega explícitamente el indigno pensamiento de embriaguez. Joel habló en realidad de esto: no, por supuesto, que Pentecostés sea su cumplimiento (puesto que la profecía de Joel tendrá lugar en los postreros días), sino una efusión de esa naturaleza. Es evidente que las palabras del profeta van más allá de lo que vemos cumplido el día de Pentecostés; porque “toda carne” no puede con justicia limitarse a Israel; y Dios, quien pronto iba a introducir a los gentiles al nombre de Cristo, bendecirá a las naciones en el reino futuro, cuando todos los confines del mundo recordarán y se volverán al Señor, y todos los linajes de las naciones adorarán delante de él. El Evangelio hoy día hace efectiva la indiscriminada gracia de Dios aún más profundamente que lo que habrá de serlo bajo Su futuro gobierno, cuando se habrá de mostrar que el reino es de Jehová, y que Él es el gobernante entre las naciones.

En los postreros días, cuando las palabras de Joel se cumplan en su totalidad, el Espíritu será derramado; y si Israel habrá de gozar la bendición libremente, ésta fluirá mucho más allá de sus estrechos límites. Los caminos de Dios serán entonces conocidos sobre toda la tierra, su salvación alcanzará a todas las naciones. A Israel se le concederá entonces una bendición temporal (Joel 2:19-27), y se habrá acabado para siempre con su gran enemigo del norte; porque Jehová hará grandes cosas por su pueblo y por su tierra, independientemente de todo lo que haya planeado hacer el enemigo. “Y nunca jamás será mi pueblo avergonzado” (Joel 2:26), dice enfáticamente Jehová. Luego, como una clara intimación, el profeta presenta dos anuncios: el primero, con referencia al derramamiento del Espíritu Santo (Joel 2:28-29); el segundo, en referencia a señales de juicio exteriores que introducen los días de Jehová, cuyas circunstancias se detallan en el capítulo 3 de Joel, hasta que llegamos a los relatos finales de las bendiciones de Israel una vez más. Puesto que las maravillas en lo alto y aquí abajo preceden aquel día, así también el arrepentimiento de Israel produce la preparación necesaria para su liberación y bendición, y especialmente para el don del Espíritu. Vemos aquí también, en los Hechos, el mismo principio.

Pues Dios, al derramar su Espíritu ahora, asocia de esa manera a los creyentes con Cristo exaltado en lo alto. El Espíritu Santo, quien fue dado en virtud de la redención, derrama el amor de Dios en sus corazones, los sella para el día de la redención, y es las arras de su herencia (Efesios 1:13-14). Él mora en ellos ahora, y revivirá sus cuerpos mortales pronto, en la venida de Cristo. Además, el Espíritu Santo hoy es el bendito y divino vínculo que los constituye en el cuerpo de Cristo y la casa de Dios…

Desde Pentecostés, tenemos a Cristo en una nueva relación. Si bien Cristo gustó la muerte por todos, no obstante Él es Rey únicamente de Israel y de las naciones. Pero de la Iglesia, es Cabeza, no rey. Él tiene autoridad sobre toda carne para dar vida eterna a todos cuantos el Padre le ha dado. En Pentecostés, Dios formó para su gloria algo nuevo de peculiar carácter (la iglesia); carácter de ninguna manera accidental ni temporal, sino esencialmente distinguido de principio a fin, y totalmente distinto de lo que Dios había erigido en Israel, así como de los inventos de Satanás entre los gentiles. La nueva cosa formada, era la habitación de Dios en el Espíritu.

Tal fue el prefacio del discurso del apóstol: una negación del cargo carnal (por no decir inmoral) que se le imputó de embriaguez, y una reafirmación del poder del Espíritu manifestado en esa ocasión a través del don de lenguas y de profecía tal como estaba escrito en el profeta Joel.»

«Pedro aquí aplica una porción de la profecía de Joel. Se podrá apreciar que el profeta asume exactamente el mismo limitado terreno que Pedro. Es decir, que los judíos, propiamente así llamados, y Jerusalén, están en el primer plano de la profecía de Joel: tan maravillosa es la Palabra de Dios hasta en sus más pequeños detalles.

El punto en el que él insiste —nótese bien—, era éste: que el portento de entonces que estaba ante ellos en Jerusalén, era después de todo uno para el cual sus profetas debieron de haberlos preparado. “Esto es lo que fue dicho por el profeta Joel”. Pedro no dice que esto era el cumplimiento del profeta. Los hombres, los teólogos, dicen esto, pero no lo dice el Espíritu Santo. El apóstol simplemente dice: “Esto es lo que fue dicho”, es decir, tal era su carácter. Hasta dónde ello debía ser cumplido entonces, es otro asunto. No se trataba de la embriaguez a causa de vino, sino del corazón lleno del Espíritu de Dios, actuando en Su propio poder y en todas las clases.»

W. Kelly, INTRODUCTORY LECTURES ON THE THE ACTS OF THE APOSTLES

A Necessidade da Graça - Levi Candido

Após ponderarmos sobre os tópicos dos três estudos anteriores, é necessária alguma consideração final. Não teremos nenhum progresso na vida cristã, a menos que tenhamos a benção do Senhor sobre nós. À parte da graça divina, não poderemos dar um passo sequer em direção à santidade. Graça, como alguém já definiu, é Deus dando e fazendo tudo a quem nada merece e nem tem condições de merecer. Precisamos estar continuamente na dependência do Senhor, pois tudo na vida cristã é pela graça do princípio ao fim. Foi assim que um santo expressou: “Foi a graça que inscreveu meu nome no livro eterno de Deus, foi a graça que me deu ao Cordeiro que levou todas as minhas tristezas. A graça ensinou minha alma a orar e a conhecer o amor perdoador. Foi a graça que cuidou de mim neste dia, e que nunca me deixará só”. De fato, somente a graça pode nos preservar e aperfeiçoar. Não fosse pela graça de Deus todos estaríamos constantemente nos desviando. Por isso, necessitamos rogar ao Senhor diariamente para que incline as nossas afeições a Cristo, que nos dê a cada manhã nova percepção do evangelho, que nos ensine o seu caminho, e que nosso coração possa estar unido ao temor do seu nome.

“Ensina-me, SENHOR, o teu caminho, e andarei na tua verdade; une o meu coração ao temor do teu nome”.(Salmo 86:11).

Thomas Manton foi muito feliz em sua colocação quando disse: “Precisamos não somente de luz para reconhecer o nosso caminho, mas também de um coração bem disposto para andar por esse caminho. A orientação é necessária por causa da cegueira de nossas mentes; e os impulsos eficazes da graça são necessários por causa da fraqueza dos nossos corações. Não cumpriremos ao nosso dever mediante a mera noção das verdades, a menos que as abracemos e as sigamos”. E para isto é necessário estarmos na dependência de Cristo. Alguém já disse que “toda a graça provém do Deus da graça, e é necessário graça para aceitar a graça”. Cristo que é a Fonte de toda a graça para os cristãos, nos ensina o caminho da dependência em João 15:4,5. “Estai em mim, e eu em vós; como a vara de si mesma não pode dar fruto, se não estiver na videira, assim também vós, se não estiverdes em mim. Eu sou a videira, vós as varas; quem está em mim, e eu nele, esse dá muito fruto; porque sem mim nada podeis fazer”.

Todas as obras, todos os esforços, todas as virtudes sem a dependência de Cristo, não passam de obras mortas. O cristão só poderá servir a Deus com reverência e piedade pela graça, e de nenhum outro modo. Aqueles que não estão debaixo da graça não podem servir a Deus agradavelmente, porquanto a palavra de Deus é clara neste sentido. “Por isso, tendo recebido um reino que não pode ser abalado, retenhamos a graça, pela qual sirvamos a Deus agradavelmente, com reverência e piedade; Porque o nosso Deus é um fogo consumidor”. ( Hb 12:28,29). A Bíblia diz que “O temor do Senhor é o princípio da sabedoria, e o conhecimento do Santo é prudência”(cf. Pv 9:10), e foi neste contexto que alguém observou muito bem: “O temor do Senhor é o elemento indispensável para o desenvolvimento evolutivo no andar cristão. O temor reverente de Deus é a chave para a fidelidade em qualquer situação”. José na casa de Potifar só pode ser livre do laço do pecado devido ao temor que possuía pelo Senhor. “ E aconteceu depois destas coisas que a mulher do seu senhor pós os seus olhos em José, e disse: Deita-te comigo. Porém ele recusou, e disse à mulher do seu senhor: Eis que o meu senhor não sabe do que há em casa comigo, e entregou em minha mão tudo o que tem; Ninguém há maior do que eu nesta casa, e nenhuma coisa me vedou, senão a ti, porquanto tu és sua mulher; como pois faria eu tamanha maldade, e pecaria contra Deus?” (Gn 39:7-9). Todo cristão regenerado sabe por revelação que todo pecado é primariamente contra Deus. Foi assim que Davi considerou as suas transgressões contra Bate-Seba, contra Urias e contra si mesmo. “Contra ti, contra ti somente pequei, e fiz o que é mal à tua vista, para que sejas justificado quando falares, e puro quando julgares”. (Sl 51:4). Neste aspecto devemos concordar com A.W.Pink que disse: “Até ao ponto onde Deus é verdadeiramente conhecido, até esse ponto será devidamente temido”. Acerca dos ímpios, porém, está escrito: “ Não há temor de Deus diante de seus olhos”( cf. Rm 3:18). As Escrituras mostram que é pelo temor do Senhor que os homens evitam o mal. (ver Pv 16:6). E em Salmo 34 verso 11 vemos que até mesmo os filhos de Deus precisam aprender o temor do Senhor. “Vinde, meninos, ouvi-me; eu vos ensinarei o temor do SENHOR”.
Também no Salmo 9 verso 10, lemos sobre aqueles que confiam no Senhor e o motivo que os levam a essa confiança: o conhecimento do nome do Senhor. “Em ti confiarão os que conhecem o teu nome; porque tu, SENHOR, nunca desamparaste os que te buscam”.

Recorrendo novamente às observações de Pink, consideremos o que ele disse: “O Espírito Santo primeiramente insufla em nós o senso de nossa própria ignorância, vaidade, pobreza espiritual e depravação, antes que nos leve a perceber que somente em Deus podem ser encontradas a verdadeira sabedoria, a benção real, a bondade perfeita e a justiça imaculada”. Quanto maior a visão que possuirmos da glória de Deus, maior será o senso de nossa nulidade. Dessa forma veremos que somente a suficiência de Deus poderá satisfazer nossa deficiência total. Em outro enfoque se quer dizer: A revelação de Deus traz à luz a revelação de quem somos. Somente à medida em que conhecermos a nós mesmos, e isto mediante à luz da revelação da Palavra de Deus, é que prostraremos sobre os nossos rostos e exclamaremos: “sê propício a mim, pecador!” (cf. Lc18:13). Esta convicção de pecado é resultante de uma vivificação espiritual em que ao indivíduo é concedido uma visão da glória de Deus e é trazido à luz a sua pecaminosidade inata, antes porém, adormecida pelo pecado, e geralmente resulta em arrependimento e fé. Tomemos alguns exemplos ilustrativos para a nossa compreensão. Começando por Jó; ele era um homem ilustre, reputado pelo próprio Deus como íntegro, reto e temente a Ele, e sobressaia-se aos demais homens da terra “E disse o SENHOR a Satanás: Observaste tu a meu servo Jó? Porque ninguém há na terra semelhante a ele, homem íntegro e reto, temente a Deus, e que se desvia do mal”. (Jó 1:8). Notem seu zelo concernente ao seu comportamento religioso verso 5. “Sucedia, pois, que, decorrido o turno de dias de seus banquetes, enviava Jó, e os santificava, e se levantava de madrugada, e oferecia holocaustos segundo o número de todos eles; porque dizia Jó: Talvez pecaram meus filhos, e amaldiçoaram a Deus no seu coração. Assim fazia Jó continuamente”.Porém, a justiça própria de Jó teria que cair por terra para que pudesse ser estabelecida a justiça de Deus em sua vida. E isto aconteceu somente quando o Senhor deu-se a conhecer a Jó por meio de uma revelação sobrenatural, e só então ele exclamou: “eu te conhecia só de ouvir, mas agora os meus olhos te vêem..” (Jó 42:5,6). John Flavel fez uma observação muito oportuna: “Os que conhecem a Deus serão humildes; os que conhecem a si próprios não podem ser orgulhosos”. Os homens vivem em seu orgulho e presunção até onde não conhecem a Deus e desconhecem a si mesmos. Thomas Watson refletiu: “A visão da glória de Deus produz humildade. As estrelas somem quando o sol aparece”. E João Calvino sustenta: “Deus nunca receberá o que lhe é devido a não ser que sejamos totalmente reduzidos a nada, de forma que se veja claramente que tudo o que é louvável em nós não provém de nós”. Outro exemplo clássico de despertamento espiritual diz respeito ao profeta Isaias. Ele foi um servo do Altíssimo, profetizou diversas vezes acerca do Senhor e Salvador, da obra vicária do Servo do Senhor, acerca do reinado soberano do Rei dos reis, acerca da nova Jerusalém, etc. Notem, entretanto, a sua experiência sobrenatural com Deus. “ No ano em que morreu o rei Uzias, eu vi também ao Senhor assentado sobre um alto e sublime trono; e o seu séquito enchia o templo. Serafins estavam por cima dele; cada um tinha seis asas; com duas cobriam os seus rostos, e com duas cobriam os seus pés, e com duas voavam.

E clamavam uns aos outros, dizendo: Santo, Santo, Santo é o SENHOR dos Exércitos; toda a terra está cheia da sua glória.

E os umbrais das portas se moveram à voz do que clamava, e a casa se encheu de fumaça. Então disse eu: Ai de mim! Pois estou perdido; porque sou um homem de lábios impuros, e habito no meio de um povo de impuros lábios; os meus olhos viram o Rei, o SENHOR dos Exércitos”. (Is 6:1-5). A visão da glória de Deus trouxe à luz a visão de sua própria pecaminosidade, e então ele teve que reconhecer: “Ai de mim! Estou perdido!”. (v 5). E todo o curso de sua vida desde então, foi marcado por esta convicção de pecado. Vemos mais adiante Isaias referir-se às suas justiças como trapo de imundícia. “Mas todos nós somos como o imundo, e todas as nossas justiças como trapo da imundícia; e todos nós murchamos como a folha, e as nossas iniqüidades como um vento nos arrebatam”. ( Is 64:6). Conforme um comentário bíblico diz: “Assim como o profeta se inclui nesta confissão humilde, nós também, de igual modo, devemos reconhecer e confessar nossa total corrupção natural, pelos pecados que diariamente cometemos. Só esta confissão pode nos abrir o caminho para o verdadeiro arrependimento, o reconhecimento dos méritos de Jesus Cristo, e à aceitação da sua morte expiatória em prol dos pecadores”. Esta é uma visão espiritual procedente de luz espiritual outorgada pelo Espírito Santo. É Ele quem convence o homem do pecado, da justiça e do juízo. “E, quando ele vier, convencerá o mundo do pecado, e da justiça e do juízo. Do pecado, porque não crêem em mim;” (João 16:8,9). Foi por isso que Martinho Lutero disse: “O reconhecimento do pecado é o começo da salvação”. Quando Lutero foi agraciado por Deus de receber uma revelação acerca de si mesmo, ele exclamou: “Não tenho outro nome senão o de pecador; pecador é meu nome, pecador é meu sobrenome”. O homem por si mesmo está em trevas espirituais, a menos que lhe seja dado olhos para que veja e ouvidos para que ouça. “Quem pode entender os seus erros? Expurga-me tu dos que me são ocultos. Também da soberba guarda o teu servo, para que se não assenhorie de mim. Então serei sincero, e ficarei limpo de grande transgressão. Sejam agradáveis as palavras da minha boca e a meditação do meu coração perante a tua face, SENHOR, Rocha minha e Redentor meu!” (Sl 19:12-14). Santo Agostinho foi muito preciso em sua consideração dizendo: “Antes de Deus poder libertar-nos, precisamos desenganar a nós mesmos”. Pecamos por pensamentos, palavras e ações e muitas vezes achamos que não temos pecado; isto já é pecado !. John Blanchard corrobora este pensamento dizendo: “Os pecados ocultados pelo homem nunca são cancelados por Deus”. A Bíblia é categórica a este respeito. “ Se dissermos que não temos pecado, enganamo-nos a nós mesmos, e não há verdade em nós. Se confessarmos os nossos pecados, ele é fiel e justo para nos perdoar os pecados, e nos purificar de toda a injustiça. Se dissermos que não pecamos, fazemo-lo mentiroso, e a sua palavra não está em nós”. (1ª Jo 1:8-10). Alguém disse que “A maneira de cobrir nosso pecado é descobri-lo pela confissão”,. Quando confessamos nossos pecados a Deus, estamos concordando com Ele que erramos, e dessa forma somos introduzidos debaixo da sua benção. “Bem-aventurado aquele cuja transgressão é perdoada, e cujo pecado é coberto. Bem-aventurado o homem a quem o SENHOR não imputa maldade, e em cujo espírito não há engano. Quando eu guardei silêncio, envelheceram os meus ossos pelo meu bramido em todo o dia. Porque de dia e de noite a tua mão pesava sobre mim; o meu humor se tornou em sequidão de estio. (Selá.)

Confessei-te o meu pecado, e a minha maldade não encobri. Dizia eu: Confessarei ao SENHOR as minhas transgressões; e tu perdoaste a maldade do meu pecado. (Selá.) Por isso, todo aquele que é santo orará a ti, a tempo de te poder achar; até no transbordar de muitas águas, estas não lhe chegarão. Tu és o lugar em que me escondo; tu me preservas da angústia; tu me cinges de alegres cantos de livramento. (Selá.) (o cristão confessa em seu íntimo:) Ele é o que perdoa todas as tuas iniqüidades, que sara todas as tuas enfermidades, Que redime a tua vida da perdição; que te coroa de benignidade e de misericórdia, Que farta a tua boca de bens, de sorte que a tua mocidade se renova como a da águia. O SENHOR faz justiça e juízo a todos os oprimidos. ( Sl 32:1-7 e Sl 103:3-6). Mas é bom atentarmos para um pensamento que diz: “A confissão dos pecados não substitui o ato de abandoná-los”. Muitos presumem-se que vivendo em pecado, mas confessando a Deus os seus pecados são perdoados e por isso estão salvos. Notem porém, que Cristo se manifestou não para salvar o pecador no pecado, para viver em pecado, mas para salvá-lo do pecado para a santidade. “Que diremos pois? Permaneceremos no pecado, para que a graça abunde? De modo nenhum. Nós, que estamos mortos para o pecado, como viveremos ainda nele? Mas graças a Deus que, tendo sido servos do pecado, obedecestes de coração à forma de doutrina a que fostes entregues. E, libertados do pecado, fostes feitos servos da justiça. Mas agora, libertados do pecado, e feitos servos de Deus, tendes o vosso fruto para santificação, e por fim a vida eterna”. (Rm 6:1-2,17-18,22). Conforme este enfoque, a Palavra de Deus é o instrumento eficaz do Espírito para tal realização. “A lei do SENHOR é perfeita, e refrigera a alma; o testemunho do SENHOR é fiel, e dá sabedoria aos símplices. Os preceitos do SENHOR são retos e alegram o coração; o mandamento do SENHOR é puro, e ilumina os olhos. O temor do SENHOR é limpo, e permanece eternamente; os juízos do SENHOR são verdadeiros e justos juntamente. Mais desejáveis são do que o ouro, sim, do que muito ouro fino; e mais doces do que o mel e o licor dos favos. Também por eles é admoestado o teu servo; e em os guardar há grande recompensa”. (Sl 19:7-11). Devemos buscar sempre do Senhor caminhos retos para os nossos pés. “Sonda-me, ó Deus, e conhece o meu coração; prova-me, e conhece os meus pensamentos.
E vê se há em mim algum caminho mau, e guia-me pelo caminho eterno”. (Sl 139:23,24). O homem sábio não confiará nas diretrizes apontadas pelo seu coração, mas seu coração estará voltado para as diretrizes apontadas pela Palavra de Deus. Só pode ser bem-aventurado aquele cujo caminho são delineado pela Palavra de Deus. “Bem-aventurados os retos em seus caminhos, que andam na lei do SENHOR. Bem-aventurados os que guardam os seus testemunhos, e que o buscam com todo o coração. E não praticam iniqüidade, mas andam nos seus caminhos. Tu ordenaste os teus mandamentos, para que diligentemente os observássemos. Quem dera que os meus caminhos fossem dirigidos a observar os teus mandamentos. Então não ficaria confundido, atentando eu para todos os teus mandamentos. Louvar-te-ei com retidão de coração quando tiver aprendido os teus justos juízos. Observarei os teus estatutos; não me desampares totalmente. Com que purificará o jovem o seu caminho? Observando-o conforme a tua palavra”. (Sl 119:1-8).

Levi Cândido
candidolevi@ig.com.br

Barueri, 22 de Junho de 2008

Irmãos em Cristo Jesus.

Irmãos em Cristo Jesus.
Mt 5:14 "Vós sois a luz do mundo"