sexta-feira, 11 de setembro de 2009

Conducta del creyente en el trabajo y los negocios- C. H. Mackintosh

Respuestas a cartas de lectores

Un hombre que vende zapatos como si fueran de cuero, pero que en realidad han sido confeccionados con otro material de inferior calidad (agregándole cartón, material de imitación, etc.) no merece llamarse cristiano. Ni siquiera se puede decir de él que sea una persona honesta. Puede que se nos diga: «Es una práctica habitual del ramo comercial.» Ahora bien, ¿acaso esto cambia el asunto para uno que desea andar en el temor de Dios, y mantener una buena conciencia? Puede que sea la costumbre considerada «normal» del ramo comercial, que se sustituya en todo o en parte el material original de una ropa por otro de imitación, que se agregue arena al azúcar[1], o agua a la leche[2]. Pero ¿puede un cristiano, o incluso un hombre honesto, hacer estas cosas? Muy seguramente que no. La conciencia de un cristiano debe estar regulada, no por las costumbres del rubro comercial, sino por la Palabra de Dios. Si esto se pierde de vista, se pondría fin a todo cristianismo práctico en la vida comercial. Un fabricante cristiano no podría pensar en confeccionar zapatos con materiales de inferior calidad que el cuero y venderlos como cuero, más de lo que podría hacerlo en ser carterista o ratero de falquitrera. Ahora, si estas prácticas fuesen realmente habituales, es decir, si todo el mundo lo hace, y todo el mundo también lo sabe, luego, naturalmente, no habría ningún engaño en el asunto. Pero si yo vendo un par de zapatos como si fuesen completamente de cuero, cuando sé que están confeccionados en parte de cuero y en parte de otro material de inferior calidad, luego soy mentiroso y ladrón. Soy moralmente peor que un salteador de caminos, puesto que este último reconoce abiertamente lo que es, lo que hace y lo que quiere. Un hombre que adultera sus bienes es culpable de la más baja deshonestidad.

Pero supongamos entonces que una persona no es fabricante, sino vendedor en un depósito o en una tienda; ¿qué tiene que hacer? Él no adultera el producto, sino que simplemente lo vende. ¿Puede calificársela de deshonesta o embustera por vender bienes adulterados? Sin duda que sí en caso de venderlos como genuinos. ¿Como podría un verdadero cristiano, un hombre realmente honesto, declarar que un artículo es genuino, cuando él sabe perfectamente que no lo es? Puede que se nos diga que esto es mera escrupulosidad. Que así sea; de todo corazón deseamos que haya más de esto en la vida comercial. Para nosotros esto parece ser solamente honradez común.

Pero esto no surtirá ningún efecto ni tendrá aplicación alguna en el mundo. Pero ¿qué prueba esto? Simplemente que el mundo es desleal y deshonesto. Si la verdad y la rectitud no pueden prosperar en el mundo, entonces ¿qué debe ser el mundo?

Sin embargo, el cristiano debe ser honesto. Su meta no es progresar en el mundo, ni ganar dinero, sino glorificar a Dios en su vida diaria. ¿Podrá glorificar a Dios adulterando bienes y diciendo mentiras?

Sentimos la inmensa importancia, querido amigo, del tema que usted trajo a nuestra consideración. Creemos que demanda la seria atención de todos los cristianos ocupados en la industria y el comercio. Existe el tremendo peligro de ser arrastrados fuera de la senda de la integridad cristiana, y de caer en el miserable espíritu de la ambición y de la competencia, tan corriente por todos lados. Debemos tener presente que el cristianismo es una realidad viviente; es la vida divina que se manifiesta en todos los detalles prácticos de nuestra vida cotidiana; no se halla confinado dentro de las cuatro paredes del edificio donde nos congregamos; tiene más maneras de manifestarse y de expresarse que mediante la predicación, la oración y el canto, por muy preciosos, como lo son, todos éstos en su lugar. El cristianismo debe manifestarse en la fábrica, en el taller, en el depósito, en la tienda, en la oficina, en todas las ocupaciones diarias, cualquiera que sea su naturaleza. ¡Qué terrible es pensar en un hombre que canta y ora en el día del Señor y, el lunes por la mañana, adultera su pan y lo vende como genuino! Caminemos en el temor de Dios. Procuremos, como lo hacía el apóstol, “tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hechos 24:16).

Es verdad que este camino a seguir puede tener su costo. Puede que tengamos que “padecer por causa de la justicia” (1.ª Pedro 3:14). Pero ¿qué es todo esto en comparación con el profundo gozo de andar con Dios en esa estrecha senda sobre la cual siempre brillan los benditos rayos de Su rostro aprobador? ¿No es una buena conciencia muchísimo mejor “que millares de oro y plata” (Salmo 119:72)? Nuestro Dios cuidará de nosotros. Él satisfará todas nuestras verdaderas necesidades “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). ¿Por qué debemos siempre recurrir a los desdeñables «trucos del comercio» para ganar dinero, para ganarse la vida o para tener un buen pasar económico, cuando nuestro Padre se comprometió a cuidar de nosotros a lo largo de toda la jornada?

Es muy importante que el cristiano sea enteramente franco y transparente en todos sus caminos. No debe haber nada que sea puesto en tela de juicio, ni nada encubierto, en todas sus operaciones. No debemos meter manos en tan siquiera una sola cosa que no soporte el más estricto escrutinio. De ahí que, si esta persona «que trabaja para una importante empresa en Londres» está haciendo algo que ella no quiere que la empresa sepa; si está recibiendo algo de lo cual ella quiere que no se enteren, es perfectamente evidente que esta persona no está actuando rectamente. Si ella es enteramente transparente en lo que hace, ¿cuál es la razón de enviarnos esta pregunta? ¿Puede ella, con una buena conciencia, tomar el descuento de la persona que le provee de tales cosas? ¿Debería esto llamarse «descuento» o más bien «corretaje» (comisión)? “Si, pues, tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22; V.M.). Y también: “Si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios” (1.ª Juan 3:20). Si la empresa tiene conocimiento de que se da ese descuento, todo resulta claro y justo; pero todo lo que se haga por debajo de cuerda o clandestinamente es absolutamente indigno de uno que es llamado a andar a la luz de la presencia divina.

Este punto debe ser enteramente una cuestión entre su propia alma y el Señor. No deberíamos hacer nada con una mente dudosa, o algo sobre lo cual no podamos, con perfecta confianza, pedir la bendición de Dios. Éste es un gran principio moral de aplicación general para todos los cristianos, en todas las circunstancias. En cuanto al caso particular que nos plantea, preguntamos en qué medida es usted responsable por el uso que sus clientes hacen del artículo que menciona. Hay algunas cosas de las que no se podría hacer seguramente un buen uso; como por ejemplo un libro infiel o inmoral, y, por ende, no podríamos vender esos productos. Pero no vemos nada malo en la venta de la florecilla que menciona. Es cierto que se la puede emplear (y de hecho se la emplea) con fines supersticiosos; pero no necesariamente se la emplea para eso, y se lo hizo hasta hace poco. Si la gente dedicada al negocio tuviera que ser tenida como responsable por el uso que puede hacerse de sus productos, el asunto sería interminable. Sin embargo, querido amigo, es de la mayor importancia que nos ejercitemos a nosotros mismos para tener siempre una conciencia sin ofensa hacia Dios y hacia los hombres. ¡Quiera el mismo Señor ser su Maestro y Guía! ¡Quiera Él mantenerle andando en Su presencia, y contento con Él mismo! Todo entonces resultará correcto.

Sobre este otro punto, se trata de una cuestión para la conciencia individual. Hay una enorme diferencia entre un vinatero y un tabernero; al menos, así lo juzgamos nosotros; pero no nos compete establecer reglas para la conciencia de los demás. Una cosa es cierta: la senda de un verdadero cristiano es una senda extremadamente estrecha.

Comprendemos perfectamente su dificultad y simpatizamos con usted. Nos veríamos envueltos en un muy serio problema si estuviésemos dedicados a la impresión y venta de libros en lo que respecta a qué es lo que imprimimos o vendemos. Pero, querido amigo, ésta es una de las tantas cosas respecto de las cuales debemos andar delante de Dios con una limpia conciencia. Seguramente que no debiéramos hacer nada que deje una mancha en la mente o un aguijón en la conciencia; pero nadie puede ser un guía para el otro en tales asuntos. ¡El Señor es tan bueno y fiel, que Él seguramente lo guiará y lo guardará!

Somos de la opinión de que usted sería más dichoso como cristiano, y estaría más seguro como negociante, si manejara su negocio actual con sanos principios, que si se metiera en un gran emprendimiento como el que describe el cual sólo puede realizarse mediante un sistema de crédito. Estamos totalmente convencidos de la posibilidad de llevar a cabo un emprendimiento comercial sin contraer deudas, y urgimos vehementemente a todos nuestros amigos a obrar de esta manera. ¿Por qué no puede un comerciante pagar por la mercadería que compra de la misma manera que paga en su vida privada individual? Es cierto que en el comercio puede no abarcar un área tan vasta, pero tendría un fundamento más sólido. Su negocio puede ser pequeño, pero sería más seguro, y su mente estaría en paz. “Vuestra gentileza [o moderación] sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca” (Filipenses 4:5). Y también: “enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12-13). ¡Qué palabras oportunas para los cristianos en este tiempo de activa especulación y de incesante ambición! Existe la urgente necesidad, querido amigo, de velar para que no nos atrape el espíritu de amor al dinero de nuestros días. El diablo está buscando cegar los ojos de los cristianos profesantes, de varias maneras. Les provee de miles de plausibles argumentos para tratar de justificar el hecho de que ellos deben impulsar una mayor ganancia, echar mano de todo lo que esté a su alcance, y amontonar poco a poco. Incluso citará mal y aplicará incorrectamente la Palabra de Dios con el objeto de proveer de un argumento para ganar dinero a aquellos cuyos corazones se hallan secretamente fijados en ese objeto. ¡Oh, qué miserable es tener ante el corazón un objeto tal como el de «ganar dinero»! ¡Seguramente que como es el objeto, así es también el carácter! ¡Sólo pensemos en un santo de Dios, un heredero de la gloria, atesorando las miserables riquezas de este mundo! ¡Pensemos también en esto, frente a miles de creyentes que viven en condiciones de pobreza y de verdadera necesidad, así como en lo que requiere la obra del Señor, tanto dentro de nuestro país como en el extranjero! ¿Cómo podemos suponer la existencia de la vida de Cristo, o el amor de Dios en un alma que puede acumular por centenares, y ver a su hermano en necesidad (1.ª Juan 3:17)? ¡Imposible!. ¡Ojalá que tengamos un corazón grande!

El único consejo que podemos ofrecerle es el de esperar en el Señor, y de pedirle que lo guíe. Él ha dicho: “te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8), y también: “El no puede negarse a sí mismo” (2.ª Timoteo 2:13). Puede ser que Él quiera que usted trabaje laboriosamente y con paciencia en su profesión actual. Estamos en una posición mucho más segura cuando nuestro negocio o trabajo constituye la carga a nuestras espaldas, y no el ídolo del corazón.

C. H. M., Things New and Old, 1864

NOTAS

[1] N. del T.— Muchos productos alimenticios son también a menudo objeto de adulteración (adulterar, del latín ‘impurificar’, es «falsear un alimento, bien añadiendo otra sustancia o quitándola»). Para dar unos ejemplos, la miel se adultera con azúcar (el producto adulterado siempre es de menor costo), y con el azúcar —que es muy pesada y barata— se adulteran un sinnúmero de productos tales como el helado, cereales para el desayuno, el pan blanco, muchos alimentos preparados como salsas, comidas congeladas, verduras enlatadas, en fin, la lista sería larga tan sólo para la industria alimenticia (sin mencionar otros rubros, pues en todos los ramos se vende y se coloca una pieza no genuina como original, siendo de segunda marca). Ahora bien, el mal no está en el producto adulterado —pues podemos no saber que lo es y venderlo de buena fe— sino en el hecho deliberado de vender algo como genuino, siendo plenamente conscientes de que no lo es para sacar mejor partida de ello con el embuste. Y ni qué hablar de aquellos que directamente se dedican a la adulteración del producto, para venderlo luego como original.

[2] N. del T.— Esto se hacía cuando se vendía suelta, a fin de aumentar su volumen.

A Vida do Eu é a Morte; A Morte do Eu é a Vida- Levi Cândido

“A VIDA DO EU É MORTE; A MORTE DO EU É VIDA”

“A isto, respondeu Jesus: Em verdade, em verdade te digo que, se alguém não nascer de novo, não pode ver o reino de Deus. Não te admires de eu te dizer: importa-vos nascer de novo.”(Jo 3:3,7)

Nascemos neste mundo fora do reino de Deus. O pecado foi a causa de nossos primeiros pais terem sido expulsos do Paraíso e, conseqüentemente, também fomos privados do mesmo pela mesma razão. “A graça não corre no sangue, mas a corrupção sim. Pecador gera pecador, mas santo não gera santo”.¹ “Portanto, assim como por um só homem entrou o pecado no mundo, e pelo pecado, a morte, assim também a morte passou a todos os homens, porque todos pecaram... Mas as vossas iniqüidades fazem separação entre vós e o vosso Deus; e os vossos pecados encobrem o seu rosto de vós, para que vos não ouça”.(Rm 5:12 ; Is 59:2)
Em conseqüência do pecado herdamos uma natureza depravada, egocêntrica, maligna...Com muita lógica Blaise Pascal declarou: “Nascemos iníquos; cada um tende a agradar a si mesmo, e a tendência de agradar ao eu é o início de toda desordem”. O grande problema do homem não são as coisas, nem as pessoas, tampouco os seus inimigos – é ele mesmo. Foi sob este enfoque que alguém disse: “O sonho do homem é ser totalmente senhor de sua existência. Mas muitos homens, que se julgam donos de sua ação, são de fato, mais ou menos escravos de seu corpo e de sua sensibilidade”. Não hesito em afirmar que o meu grande problema é o meu próprio coração. Concordo perfeitamente com François Fenelon que disse: “Quando nos conhecemos melhor, descobrimos que somos mais depravados do que pensávamos”. Um santo do século XVIII chamado Jonathan Edwards (1703-1758) o qual experimentou um grande avivamento com a igreja da Inglaterra no período entre 1734-1735, chamado “O Grande Despertamento”, expressou-se do seguinte modo: “Quando olho para meu coração e enxergo minha iniqüidade, ele parece um abismo infinitamente mais profundo do que o próprio inferno”. E foi com a mesma percepção que Martinho Lutero declarou: “Tenho mais medo do meu coração do que do Papa e dos seus cardeais”. A propósito – alguém poderá objetar -; um cristão dizer isto não é paradoxal? Penso que um cristão anônimo já respondeu com exatidão esta indagação dizendo: “Uma lei universal da vida cristã é que, quanto mais maduro um homem se torna, mais sensível ao pecado ele fica”. Creio ser assim mesmo; quanto mais santo for um cristão, maior será a sua consciência de pecado. Considerando biblicamente, normalmente, a genuína regeneração gera uma permanente convicção de pecado. Se lhe falta esta convicção, deve-se suspeitar se houve de fato regeneração. Poderíamos extrair diversos exemplos bíblicos concernentes a este assunto, porém consideraremos apenas três casos. Primeiramente atentemo-nos ao que disse o rei Davi estando sob convicção de pecado. “Cria em mim, ó Deus, um coração puro, e renova dentro em mim um espírito inabalável.”(Sl 51:10) Vejamos também como se expressou o profeta Isaias. “Mas todos nós somos como o imundo, e todas as nossas justiças, como trapo da imundícia; todos nós murchamos como a folha, e as nossas iniqüidades, como um vento, nos arrebatam.” (Is 64:6) Finalmente, consideremos agora o que disse o apóstolo Paulo. “Fiel é a palavra e digna de toda aceitação: que Cristo Jesus veio ao mundo para salvar os pecadores, dos quais eu sou o principal.”(I Tm 1:15) “Os crentes, por si mesmos, não são mais capazes agora de ter um único pensamento bom, de expressar um único desejo bom, de falar uma única palavra boa, de realizar uma única boa obra, do que eram antes de serem justificados.² “Quanto mais o crente se achega a Cristo, tanto mais ele descobrirá as corrupções de sua velha natureza, e tanto mais ardentemente desejará ser liberto de tal natureza”.³ As Escrituras descrevem o coração humano da seguinte forma: “Enganoso é o coração, mais do que todas as coisas, e desesperadamente corrupto; quem o conhecerá?”(Jr 17:9)
O coração aqui descrito – diga-se de passagem -, não refere-se à bomba muscular cardíaca de nosso corpo, mas ao centro da vida. (cf. Pv 4:23) “Esta palavra na Bíblia denota a sede dos sentimentos e impulsos do homem. Segundo Lucas 6:45 “a boca fala do que está cheio o coração”. Por ser o corpo do Cristão, santuário do Espírito Santo (I Co 6:19; Rm 8:26,27), convém guardarmos o nosso coração, estando atentos à Sua voz ( I Ts 5:19 )”.* Podemos compreender com mais exatidão este conceito observando as palavras de nosso Senhor Jesus registrada em Marcos 7:21-23 que diz: “Porque de dentro, do coração dos homens, é que procedem os maus desígnios, a prostituição, os furtos, os homicídios, os adultérios, a avareza, as malícias, o dolo, a lascívia, a inveja, a blasfêmia, a soberba, a loucura. Ora, todos estes males vêm de dentro e contaminam o homem.” A.W.Pink em sua avaliação concernente à natureza egocêntrica humana, deixou registrado o seguinte: “Todos os desejos e desígnios dos indivíduos mundanos visam à satisfação do próprio “eu”. Que esses alvos e inquirições sejam variados quanto o queiram tais homens, o fato é que o próprio “eu” reina supremamente, e tudo tem por escopo agradar ao próprio “eu”.” O fato é que “todo o pecado do mundo pagão e todo o pecado da cristandade não passa de rebentos de uma única raiz: Deus destronado, e o “eu” entronizado no coração dos homens”.(4) Mas, “se você quiser viver miseravelmente, pense somente em si; pense no que precisa, no que gosta e no respeito e atenção que você quer que outros lhe dêem”.(4) O novo nascimento é, portanto, uma necessidade fundamental sem a qual ninguém poderá ver e muito menos entrar no reino de Deus. A experiência do novo nascimento é a entrada para a nova vida no reino de Deus. Sem nascer de novo o homem não pode ver o reino de Deus, porque o pecado o cegou espiritualmente, e não pode entrar nesse reino porque além da cegueira espiritual, o pecado o tornou incapaz de buscar a Deus por si próprio. “como está escrito: Não há justo, nem um sequer, não há quem entenda, não há quem busque a Deus; todos se extraviaram, à uma se fizeram inúteis; não há quem faça o bem, não há nem um sequer.”(Rm 3:10-12) “O homem não está evoluindo na direção do conhecimento de Deus. Ele foi criado com o conhecimento de Deus e desde então tem caminhado na direção oposta”.(5) As Escrituras ensinam com clareza que em conseqüência do pecado nascemos totalmente degenerados. Eis alguns exemplos: a)Nascemos MORTOS espiritualmente.“Portanto, assim como por um só homem entrou o pecado no mundo, e pelo pecado, a morte, assim também a morte passou a todos os homens, porque todos pecaram.”(Rm 5:12) b)Também diz que os homens estão ACORRENTADOS. “disciplinando com mansidão os que se opõem, na expectativa de que Deus lhes conceda não só o arrependimento para conhecerem plenamente a verdade, mas também o retorno à sensatez, livrando-se eles dos laços do diabo, tendo sido feitos cativos por ele para cumprirem a sua vontade.”(II Tm 2:25-26) Mostra-nos que o homem é CEGO e SURDO. “Ele (Cristo) lhes respondeu: A vós outros vos é dado conhecer o mistério do reino de Deus; mas, aos de fora, tudo se ensina por meio de parábolas, para que, vendo, vejam e não percebam; e, ouvindo, ouçam e não entendam; para que não venham a converter-se, e haja perdão para eles.”(Mc 4:11-12) Igualmente, as Escrituras mostram que nascemos IGNORANTES. “Ora, o homem natural não aceita as coisas do Espírito de Deus, porque lhe são loucura; e não pode entendê-las, porque elas se discernem espiritualmente.”( I Co 2:14) A Bíblia também fala de nós como sendo PECAMINOSOS POR NATUREZA. 1º Por nascimento: “Eu nasci na iniqüidade, e em pecado me concebeu minha mãe.”(Sl 51:5) 2º Por prática: “Viu o SENHOR que a maldade do homem se havia multiplicado na terra e que era continuamente mau todo desígnio do seu coração;”(Gn 6:5) Este é o estado natural do homem apresentado pelas Escrituras Sagradas. Sendo assim, se perguntarmos: Podem os mortos se levantar? Podem os presos se libertar? Podem os cegos dar-se visão, ou os surdos audição? Podem os ignorantes ensinar-se a si mesmos? Podem os pecaminosos por natureza mudar a si mesmos? A resposta óbvia certamente será não! No livro de Jó no capítulo 14, verso 4 lemos: “Quem da imundícia poderá tirar coisa pura? Ninguém!” Também podemos ler em Jeremias 13:23 o seguinte: “Pode, acaso, o etíope mudar a sua pele ou o leopardo, as suas manchas? Então, poderíeis fazer o bem, estando acostumados a fazer o mal.” “Se ficasse por conta dos pecadores, totalmente depravados como são, a iniciativa de reagir com fé ao evangelho, por sua própria vontade, nenhum deles tomaria essa iniciativa...Tão grande é a depravação do homem não-regenerado que, embora não haja nada que ele necessite mais do que o evangelho, não há nada que ele deseje menos”.(6) Um cristão anônimo ponderou com muita percepção: “Visto que o homem é depravado, ele não fará perguntas de valor eternal enquanto não for acordado de sua ilusão temporal”. E aqui brilha gloriosa e intensamente a misericordiosa graça de Deus para conosco. “Deus amou-nos quando não havia nada de bom para ser visto em nós, e nada de bom para ser dito por nós”.(4) “Mas Deus prova o seu próprio amor para conosco pelo fato de ter Cristo morrido por nós, sendo nós ainda pecadores... Porque Deus amou ao mundo de tal maneira que deu o seu Filho unigênito, para que todo o que nele crê não pereça, mas tenha a vida eterna.” (Rm 5:8 ; Jo 3:16) “A graça é uma provisão para homens que se acham tão decaídos que não podem erguer o machado da justiça, tão corruptos que não podem mudar a sua própria natureza, tão contrário a Deus que não podem voltar-se para Ele, tão cegos que não podem vê-lo, tão surdos que não podem ouvi-lo, tão mortos que Ele mesmo precisa abrir os seus túmulos e levantá-los para a ressurreição.”(7)) O irmão Tomaz Germanovix expressou-se significativamente quando disse: “Quando o homem reconhece que a soma de toda a sua justiça iguala-se a “trapo de imundícia”, então será estabelecida em sua vida a justiça de Deus”. Foi dentro deste contexto que Martinho Lutero expressou-se dizendo: “Deus cria a partir do nada. Portanto, enquanto o homem não se considerar nada, Deus não poderá fazer nada com ele”. Cristo Jesus se manifestou para nos salvar de nossa miserável condição. Ele assumiu a cruz em nosso lugar. “A cruz é o lugar do arruinado, do corrupto, do bandido, do canalha, do mesquinho, do perverso, do arrogante, do presunçoso, do orgulhoso, do exibido, do pecador em todas as suas nuanças”.(8) Foi na cruz do Calvário que o Filho de Deus assumiu a nossa deplorável condição, experimentando a separação e o desamparo do Pai, por causa de nossas transgressões, por causa de nossa natureza iníqua. Todo o lixo de nossa rebelião e de nossa miséria eterna foi lançado sobre o Cordeiro de Deus para que fôssemos justificados. Na cruz do Calvário o clamor do Justo Filho de Deus foi: “...Deus meu, Deus meu, por que me desamparaste?” (Mc 15:34b) Em outros termos foi como se ele dissesse: “Porque me deixaste sozinho meu Deus? Porque me viraste a costa, ò meu Deus?” Sim, o SENHOR é tão puro de olhos que não podes ver o mal..” (cf. Hc 1:13), e, por este motivo Ele lançou para trás de Si todos os nossos pecados (cf. Is 38:17), vindo a cair sobre o Seu Filho Unigênito. “...mas o SENHOR fez cair sobre ele a iniqüidade de nós todos...Aquele que não conheceu pecado, ele o fez pecado por nós; para que, nele, fôssemos feitos justiça de Deus.” (Is 53:6b; II Co 5:21) “O Calvário mostra como os homens podem ir longe no pecado, e como Deus pode ir longe para salvá-los”.(9) Foi ali na cruz do Calvário que Cristo nos atraiu a Si mesmo para libertar-nos do pecado, da carne, do mundo e do império das trevas, e de nós mesmos. “E eu, quando for levantado da terra, atrairei todos a mim mesmo...sabendo isto: que foi crucificado com ele o nosso velho homem, para que o corpo do pecado seja destruído, e não sirvamos o pecado como escravos... E os que são de Cristo Jesus crucificaram a carne, com as suas paixões e concupiscências... Mas longe esteja de mim gloriar-me, senão na cruz de nosso Senhor Jesus Cristo, pela qual o mundo está crucificado para mim, e eu, para o mundo... Aquele que pratica o pecado procede do diabo, porque o diabo vive pecando desde o princípio. Para isto se manifestou o Filho de Deus: para destruir as obras do diabo...Estou crucificado com Cristo;” (Jo 12:32 ; ; Rm 6:6 ; Gl 5:24 ; Gl 6:14 ; I Jo 3:8 ; Gl 2:19b) “A morte de Cristo tornava-se a nossa morte, para que a sua justiça fosse a nossa justiça”.(4) “A cruz é o atestado de óbito do miserável pecador”(8) “A cruz de Cristo sempre será ofensiva para o homem natural”.(11) C.H.Spurgeon confessou certa vez: “Talvez existam pessoas que sempre possam deslizar como um bonde sobre trilhos sem um único solavanco, mas descobri que tenho uma natureza vil que devo combater, e a vida espiritual é uma luta para mim. Preciso lutar dia a dia contra a corrupção inata, a frieza, a morte, a esterilidade, e, se não fosse por meu Senhor Jesus Cristo, meu coração seria tão seco como o coração dos condenados”. Os que se amam a si mesmos certamente fugirão da cruz (ou, a propósito: talvez como Simão o cireneu, levam a cruz mas não morre nela), mas os salvos unir-se-ão ao apóstolo Paulo num só coro celestial: “Certamente, a palavra da cruz é loucura para os que se perdem, mas para nós, que somos salvos, poder de Deus.”(I Co 1:18) Graças a Deus, há vida vinda da morte. “A nossa perfeita salvação implica no perdão dos nossos pecados, na crucificação de nosso homem velho, o servo do pecado, e na transmissão de uma nova vida gerada na ressurreição de Jesus Cristo”.(8) “Estou crucificado com Cristo; logo, já não sou eu quem vive, mas Cristo vive em mim; e esse viver que, agora, tenho na carne, vivo pela fé no Filho de Deus, que me amou e a si mesmo se entregou por mim.”(Gl 2:19b,20) O irmão Glênio disse certa vez: “Sem a morte do egoísmo o Filho de Deus não habita em nosso ser. Não é porque sou bom que aceito minha morte no corpo de Cristo. É exatamente o contrário. Não vejo nada de bom em mim, senão rebeldia, dureza de coração e egoísmo em extremo”. Cristo em Lc 9:23 exortou: “Dizia a todos: Se alguém quer vir após mim, a si mesmo se negue, dia a dia tome a sua cruz e siga-me.” “Não há outra forma de viver esta vida cristã a não ser mediante uma contínua morte para o “eu” através dos efeitos permanentes de Cristo crucificado”.(11) “levando sempre no corpo o morrer de Jesus, para que também a sua vida se manifeste em nosso corpo. Porque nós, que vivemos, somos sempre entregues à morte por causa de Jesus, para que também a vida de Jesus se manifeste em nossa carne mortal.” (II Co 4:10-11) “Cristo não ressuscitou dos mortos como uma pessoa em particular, mas como Cabeça público da igreja”.(12) “Pois o amor de Cristo nos constrange, julgando nós isto: um morreu por todos, logo todos morreram. E ele morreu por todos, para que os que vivem não vivem mais para si mesmos, mas para aquele que por eles morreu e ressuscitou.” (II Co 5:14-15) Soli Deo glória!
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¹Mathew Henry ; ²John Wesley ; ³A.W.Pink ; *Comentário Bíblico nova vida ; (4)Alguém ;(5)Vance Havner ; (6)R. B. Kuiper ; (7)G.S.Bishop ; (8)Glênio Fonseca Paranaguá ; (9)H.C.Trumbull ; (10)John Blanchard ; (11)François Fenelon ; (12) Thomas Watson

Levi Cândido
BARUERI, 05 de julho de 2009

Irmãos em Cristo Jesus.

Irmãos em Cristo Jesus.
Mt 5:14 "Vós sois a luz do mundo"