sexta-feira, 17 de outubro de 2008

El Reino Mesiánico en la Perspectiva Profética - Arcádio Sierra Díaz

"Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenusará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre". Daniel 2:44.
El hombre recibe el señorío y lo pierde
Después que el Señor terminó toda la obra de la creación, dice la Biblia que Dios creó al hombre. Dios necesitaba de alguien que representara Su autoridad en Su creación. Después que Dios creó al hombre a Su imagen, varón y hembra, dotados con suficiente poder y autoridad, les dijo (Gé. 1:28): Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, sojuzgadla, y señoread (es la palabra clave) en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra". Esas eran las tres áreas sobre las cuales el hombre tenía dominio. Dios le dio señorío al hombre sobre los aires, en las aguas y en la tierra. Dios quería establecer su reino en el universo comenzando por esta tierra, pero con la representación del hombre, una criatura inteligente de su entera confianza.
Pero el hombre le falla a Dios. Viene el drama del hombre y la serpiente antigua, y el hombre le entrega este señorío a Satanás, el mismo señorío que había recibido de Dios. Satanás incita al hombre a independizarse de Dios; le asegura que si come del fruto prohibido serían abiertos sus ojos y sería como Dios, sabiendo el bien y el mal. El hombre cae voluntariamente en la trampa, y es despojado de ese señorío. Queda, pues, siendo Satanás el príncipe de este mundo, como lo dice Pablo en Efesios 2 y en 2 Corintios 4:4, que dice que el diablo es el dios de este mundo, de este siglo. ¿Por qué? Porque recibe el señorío de manos de quien había recibido el señorío de parte de Dios, es decir, del hombre. De manera que el hombre queda siendo esclavo del mismo Satanás. El apóstol Pablo lo describe así: "1Y él (Cristo) os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás" (Ef. 2:1-3). De manera que el hombre se convirtió realmente en esclavo del diablo.
Pero cuando el pecado de Adán es descubierto, hay un juicio de parte de Dios, y viene la maldición de la serpiente, la maldición de Eva y la maldición de Adán y la expulsión del hombre del huerto hasta el día que pudiera comer del árbol de la vida. Pero en medio de todo esto se destaca la promesa de un poderoso Salvador y la lucha y rivalidad históricas entre las dos simientes hasta que el dragón fuese juzgado y vencido en la cruz de Cristo. Dios le dice a la serpiente: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Gé. 3:15).
Israel en el Reino
Entonces ese propósito de Dios de establecer su reino en la creación, tuvo aquí en realidad un estorbo, pero con esto no se canceló, pues el Señor ya tenía un plan, y empezó a moverse de tal manera de restaurar las cosas para que su reino se estableciese plenamente en un hombre en quien Él pudiera confiar; no en el hombre caído. El hombre caído quedó descalificado en su esclavitud. Primeramente, cuando ya las cosas se dieron, hubo una línea, una raza en la historia, que se acordaba de Dios, que le temía a Dios, por la descendencia de Set, pues la descendencia de Caín se olvidó de Dios; y de esa descendencia, con el tiempo Dios escogió a un varón llamado Abraham, hijo de Taré de la descendencia de Sem, para ir formando las cosas, para ir estableciendo los principios a fin de darle comienzo y desarrollo a los planes de Dios encaminados a establecer su reino sobre la tierra; y a partir del capítulo 12 de Génesis, Él lo llama de las tierras caldeas, y lo establece en la tierra escogida por Dios, llamada en ese tiempo Canaán, y le da descendencia. Nace Isaac, e Isaac engendra a Jacob, quien le daría el nombre a la nación, Israel, y quien a su vez engendra los doce padres de las tribus de Israel, y su descendencia se multiplica, y por circunstancias que conocemos se van a la tierra de Egipto y con el tiempo llegan a ser millones los hebreos, pero esclavizados, y después de cuatrocientos treinta años, de ese pueblo elige a un varón, a Moisés, para liberarlos, sacarlos y llevarlos por el desierto para prepararlos y revelárseles a fin de entregarles una tierra donde Él empezaría a establecer un modelo, un principio, un arquetipo realmente del reino de Dios sobre la tierra. Al final el reino abarcará toda la tierra, pero Dios empezaría por Israel, además de que de esa raza nacería la simiente de la mujer, el Rey mesiánico.
Y fue así como después de 40 años de deambular por el desierto, para suceder a Moisés, elige a un varón de la tribu de Efraín llamado Josué, y con él en el liderazgo del pueblo establecer una teocracia. Ya se los había dicho en Éxodo 19:6: "Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa". Dios quería que todo el pueblo fuese un pueblo sacerdotal, y un reino a la vez; es decir, Él quería hacer de Israel una teocracia, donde el verdadero Rey fuese Dios mismo. Pero a ellos se les dio por pedir un rey humano, como las demás naciones del mundo. Entonces Dios se los concedió en lo que llama la voluntad permisiva de Dios. Ese rey, Esaú, de la tribu de Benjamín, falló, y entonces Dios escogió a un rey conforme al corazón de Dios y estableció, de cierta manera, la teocracia, pues aunque reinaba David, de la tribu de Judá, él hacía la voluntad de Dios, representaba la autoridad de Dios, representaba la realeza del Señor. De todas maneras reinaron David, sus hijos y nietos, pero hacían la voluntad de Dios. Ese era el deseo de Dios para un reino diferente sobre la tierra. Una única nación donde realmente allí reinara Dios. Pero no fue así siempre; y dice la Palabra que al fin ellos fallaron. Y después de la muerte de Salomón el reino se dividió. Diez tribus en el norte tuvieron su propio rey, a Jeroboam iniciando la lista; y las dos tribus restantes, las de Judá y Benjamín continuaron con Roboam, hijo de Salomón, el rey de la línea de David. Lastimosamente ambos reinos le fallaron a Dios. Los reyes del reino del norte todos fallaron; se involucraron desde el principio en la idolatría para evitar que el pueblo fuese a adorar a Jerusalén y se quedara allá; y los reyes de Judá, la mayoría se apartó de los principios de Dios para gobernar su nación. Entonces el Señor tuvo que tomar medidas correctivas y permitió que sendas naciones impías y poderosas los acosaran, los sitiaran y se los llevara cautivos a tierras extranjeras. Como ellos empezaron a fallarle a Dios, descuidando los principios y leyes del reino, entonces tuvieron que ser llevados, cada reino por separado, cautivos a sendas naciones extranjeras para que vivieran en carne propia la realidad de lo diferente que es el reino de Dios y los reinos del mundo.
Los dos cautiverios
Sí, hubo un tiempo en que había una nación que representaba el reino de Dios, y cuando esa nación le falló a Dios, ya no se podía decir que ahí reinaba Dios, pues muy pocos obedecían a Dios; sólo un pequeño remanente se acordaba de Dios. Y hasta en el extranjero se enteraron de esa triste realidad, ante la cual Dios determinó levantar sendas naciones poderosas, crueles y presurosas para castigar a los malhechores de Israel y de Judá. La primera gran falla fue dividir el reino y empezar a ser regidos por egoístas principios humanos alejados de la voluntad de Dios. Claro, sobrevino la idolatría. La idolatría socaba los cimientos de la teocracia, aun cuando ésta sea representativa; y mucho más en un reino dividido.
En consecuencia hubo dos cautiverios: Primero, el cautiverio de Israel (las diez tribus del norte) por Asiria en 722 a. C., a causa del castigo recibido por su iniquidad. Esas tribus jamás regresaron; es probable que algunos individuos de Israel hayan regresado con el remanente de judíos (de las tribus meridionales) después del cautiverio babilónico. En verdad descendientes de las tribus norteñas han estado regresando a Palestina pero en el presente retorno de los hebreos a su antigua patria a partir de finales del siglo XIX, y sobre todo con los eventos del Holocausto en Alemania por parte de los nazis en la segunda guerra mundial, y la creación del moderno Estado de Israel en 1948.
El segundo cautiverio recayó sobre el reino del sur, Judá, quien fue sitiado, derrotado y llevado en cautiverio a Babilonia en 605 a. C., al mando del rey Nabucodonosor, durante setenta años, conforme la profecía de Jeremías (cfr. Jeremías 27:19-20; 29:10); fueron sitiados, vencidos y llevados por causa de su idolatría. Cuando ese tiempo se cumplió, Dios preparó un pequeño remanente de los judíos para que regresaran, pues en su propia tierra debían de conformar el verdadero pueblo por medio del cual viniera el Salvador de los hombres, y verdadero rey que al final de los tiempos restableciera el trono de David, el reino de Dios sobre la tierra. El propósito de Dios con el retorno de ese remanente era que ellos se pusieran en las manos de Dios y comenzara un proceso para el restablecimiento del reino; tratando Dios de restablecer Su reino en Israel; pero ahora sería completamente distinto. Sería un rey en quien Dios podría confiar plenamente, y para ello sería necesario que naciera la simiente de la mujer, el Hijo de Dios encarnado, y muriera y resucitara, y ascendiera a la gloria, y enviara a su Espíritu, y se formara la Iglesia, y pasara el tiempo necesario para su glorioso retorno a la tierra a establecer su reino.
Grandes revelaciones en el libro de Daniel
Pero el caso es que a partir del cautiverio de Babilonia, Israel no volvió a ser libre hasta su destrucción total por los ejércitos del Imperio Romano, en el año 70 del primer siglo. Sucesivamente en la historia, Israel estuvo bajo el yugo de las grandes potencias que han dominado el mundo. Dios se lo reveló con lujo de detalles a un profeta exiliado en Babilonia, un hombre temeroso de Dios que había sido llevado con los primeros cautivos. La revelación está contenida en los capítulos 2 y 7 del libro de Daniel. Aun cuando ellos regresasen a su tierra, no serían del todo libres, pues Dios no tenía la intención de poner en el trono a hombre común alguno, sino a su propio Hijo. Veamos, pues, cómo Dios revela a este profeta el curso total de la historia hasta establecer Dios plenamente Su reino en esta tierra, conforme Su propósito original antes de la creación de Adán. Dios le dio toda la autoridad, autonomía y poder a Adán, pero como Adán le falló, Él se propuso establecer a alguien que no le falle jamás. El rey que vendrá ya tiene toda la potestad de parte de Dios (cfr. Mateo 28:18).
En los capítulos 2 y 7 del libro de Daniel hay una revelación bajo dos enfoques. Uno (capítulo 2) es hecho en parte a un rey pagano; digo en parte, porque Nabucodonosor no tuvo conocimiento del hecho hasta que el profeta de Dios se lo reveló. Tengamos en cuenta que al rey se le había olvidado el sueño, y el profeta lo desconocía; sólo lo supo después que Dios se lo reveló. De manera que la verdadera revelación de aquello se la hizo Dios al profeta. Y hay una segunda parte, un segundo punto de vista revelado directamente al profeta, que se encuentra en el capítulo 7. En el capítulo 2 la revelación comienza de acuerdo con el punto de vista del hombre. El hombre sólo ve la majestad que en torno de sí mismo se crea, la gloria que a sí mismo se da o le otorgan los demás; gloria efímera envuelta en vanagloria. Pero Dios ve la realidad intrínseca de las cosas; Dios ve lo bestial que es la gloria y el gobierno del del hombre. En el capítulo 2 vemos una imagen apoteósica; en el capítulo 7 Dios revela esos mismos imperios mundiales pero representados en una sucesión de bestias, como lo que realmente han sido.
El rey Nabucodonosor recibe la revelación en un sueño, pero el sueño se le olvida. Eso lo permite Dios a fin de que ningún mago especule y le haga creer al rey una interpretación mentirosa y acomodada. Este rey era un individuo muy centrado en sí mismo y en su gloria terrena; él pensaba en la grandeza de Babilonia, en esos palacios y jardines colgantes, en su poderoso ejército, etc. Él estaba preocupado por lo que sería de todo eso, cuántos años estaría gobernando, quién vendría después de él, y cómo acontecerían todas esas cosas. Él ostentaba la corona de un imperio muy brillante. Me imagino que vivía pensando en aquello día y noche. Es posible que al profeta Daniel también le inquietaría el futuro de su pueblo. Entonces Dios le dio un sueño al rey revelándole el futuro, pero también al profeta. Después de haber sido llamados y consultados todos los caldeos, astrólogos, magos y videntes que rodean un poderoso gobernante oriental, y ante la imposibilidad de éstos de adivinar e interpretar el sueño del rey, iban a ser llevados a la muerte. Daniel solicitó que no matasen a estos señores y que le dieran un tiempo a él para mostrarle la interpretación al rey. Después de haber orado y recibido la revelación de parte de Dios, Daniel se presentó delante del rey, glorificando a Dios. Dice la Palabra de Dios en el libro del profeta Daniel, capítulo 2:
"27Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. 28Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama: 29Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. 30Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación, y para que entiendas los pensamientos de tu corazón".
Los reinos terrenales y el curso de la historia
A continuación el profeta Daniel continúa con la interpretación del sueño de Nabucodonosor, diciéndole:
"31Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen (porque a Nabucodonosor se le había olvidado el sueño). Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. 32La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; 33sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. 34Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó".
Dios le muestra a Nabucodonosor cuatro grandes imperios que dominarían al mundo civilizado hasta el fin de la historia, y se estableciera definitivamente el reino de Dios sobre la tierra, cuyo glorioso Rey está representando aquí por una piedra que caería del cielo, la cual destruiría todo el reinado de Satanás sobre la tierra. La piedra fue cortada no con mano. La cosas de Dios no se realizan por iniciativa humana, por proyectos ideados por los hombres, y menos lo relacionado con el establecimiento de Su Reino, por muy magníficos que nos parezcan. Dios tiene un plan eterno, inconmovible y verdadero; plan que aparece en la Palabra y que nos lo revela por Su Espíritu. La Palabra de Dios no admite reformas humanas. Todo lo escrito tendrá su cumplimiento. Todo está registrado en el libro sagrado.
"35Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno (aquí vemos que Dios desmenuza toda la gloria y los propósitos de los hombres). Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra".
Esa es la piedra angular de que habla Pedro. Dios es quien pone los reyes y los quita, y les da a los hombres autoridad para que reinen. El presidente Álvaro Uribe Vélez acaba de ganar las elecciones para su segundo período debido a que Dios le dio esa autoridad. Es Dios quien le concede prolongar su mandato. Sigue diciendo Daniel al rey:
"36Este es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey. 37Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. 38Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro".
Babilonia
Babilonia era esa cabeza de oro. La Palabra de Dios revela que Babilonia fue el imperio más brillante y glorioso que ha existido en toda la historia de la civilización. No el más poderoso, pues a medida que fueron sucediéndose esos imperios mundiales, se iban degradando y perdiendo su brillo de gloria, pero paradójicamente en esa misma proporción iban ganando en fuerza y poder. En la gran estatua del sueño, después de la cabeza de oro (Babilonia) seguía el pecho y los brazos de plata, luego su vientre y sus muslos de bronce, sus piernas de hierro, y por último, sus pies de hierro y de barro cocido. Los materiales de esa estatua se iban degradando a medida que descendía a la tierra. Es algo que parece contradictorio, pero es la realidad. Los hombres, en la medida en que adquieren más fuerza y poder, más se degradan moralmente, y su corazón se desliza más hacia la corrupción y la crueldad.
"39Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra".
Media y Persia
¿Qué poder mundial surgió después de Babilonia? Una coalición de los medos y los persas (los dos brazos de la estatua unidos por el pecho) se tomaron el poder mundial y derrotaron a Babilonia. Eran menos brillantes pero más poderosos en fuerza. La plata tiene menos valor y preciosura que el oro, pero es más fuerte.
Grecia
Después se levantó un tercer gran imperio, Grecia, en manos de un joven macedonio llamado Alejandro, más conocido en la historia como Alejandro Magno, hijo de Filipos, rey de Macedonia, quien en el corto lapso de diez años llegó a conquistar y dominar el mundo; y después de su muerte su gran imperio fue dividido y prolongado por sus cuatro grandes generales del estado mayor, extendiendo e implantando por el mundo la cultura helenística, usada por Dios incluso para la expansión del evangelio.
Imperio Romano
"40Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo".
A Babilonia le llegó el fin; lo mismo le sucedió a los medo-persas; a los griegos también les llegó el fin de su poderío por medio de la incursión de un cuarto reino muy poderoso pero extremadamente sanguinario, llamado Roma. Recuerden, hermanos, que el imperio romano está representado por las dos piernas de hierro de la estatua. Roma fue un imperio con dos capitales: Roma propiamente dicha, en la parte occidental, y Constantinopla en la parte oriental. Y hubo un prolongado tiempo en que fueron sus capitales simultáneamente. Esta circunstancia sirvió para su posterior debilitamiento. Ha sido el imperio más cruel y sanguinario de la historia.
"41Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. 42Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. 43Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro".
Imperio Romano resurgido
El cuarto imperio, el romano, no existe ya en la historia. Roma, su capital occidental, sucumbió en el año 476, en manos de Odoacro, un jefe de los mercenarios germánicos de Italia, quien depuso al emperador Rómulo Augústulo y envió a Constantinopla las insignias imperiales. Constantinopla, su capital del ala oriental, fue conquistada por los turcos en 1453, instaurando un régimen islámico. Sin embargo el imperio romano ha continuado latente en estos siglos en toda la civilización occidental; pero al final de los tiempos ocurrirá un resurgimiento de este imperio, no con el poder y la fuerza antigua, sino que termina en diez dedos que no son totalmente de hierro, sino que tienen parte de ladrillo, para que se entienda mejor; y el hierro jamás se mezcla con el ladrillo; jamás se compactan; eso ocurre sólo en apariencia; en el momento en que reciban un golpe contundente, cae el hierro por un lado y los pedazos de ladrillo por el otro. De manera que son uniones aparentes, muy débiles y frágiles. Son diez dedos. El número diez representa la totalidad de las naciones surgidas de las antiguas provincias del Imperio Romano, incluyendo las naciones que fueron colonias de ultramar de esas metrópolis. Son las naciones que al final de los tiempos le darán el trono al Anticristo, y que en determinado momento estarán aparentemente unidas. Por ejemplo, los países que conforman la Unión Europea aparentemente están unidos por múltiples instituciones políticas y económicas, su parlamento, su constitución, el euro, etc., pero siguen manteniendo en sí mismos sus barreras, allí subyacen nacionalidades e intereses que defienden por encima de los pactos multinacionales. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los españoles siempre defenderán lo que son, incluyendo su cultura ancestral, aunque ahora vivan una unión y alianza continental.
La Piedra lanzada por Dios
"44Y en los días de estos reyes (cuando estén gobernando al mundo estos reyes; esto no se hado aún en la historia) el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, 45de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación".
Yo creo que los romanos jamás pensaron que el imperio romano llegaría a ser destruido, que sucumbiría; eso jamás. Pero el Rey que pondrá Dios, nunca será destronado. Él vendrá a darle fin a la historia de los grandes poderes mundiales humanos. Jesucristo desmenuzará y consumará todos estos reinos y todas las naciones de la tierra tendrán que someterse a su autoridad y a su reino.
Al trasladarnos al capítulo 7 de Daniel, vemos el aspecto bajo el cual este profeta vio el curso los imperios en la historia de la humanidad. Ya hemos visto que los reinos del mundo son apoteósicos, tienen una aparente y efímera gloria, y la humanidad sueña con vivir esas grandezas. Pero la gloria de los grandes imperios y las realezas mundanas es sumamente aparente, pasajera y frágil. Dios es quien ve la realidad de las cosas, y Él es quien tiene en sus manos la continuación y el desarrollo de los asuntos según como Él lo trazado, por mucho que se crea lo contrario. Todo el plan de la economía de Dios ha de realizarse cumplidamente. Nada ha sido dejado al azar. El gobierno del Anticristo que vendrá, en lo terrenal podrá aparecer con mucha gloria y poder, pero será de poca duración. Dice en Apocalipsis que la gente lo adorará, lo admirará e irá tras él, y dirán: ¿Quién como la bestia? ¿Quién podrá luchar contra ella? ¡Miren qué gloria! ¿Cuándo se había visto algo semejante en toda la historia? (Cfr. Apocalipsis 13:3-4.) Según la visión del apóstol Juan, se maravillará toda la tierra en pos de la bestia.
Los imperios bestiales
Por eso Dios ha revelado cómo ve Él los reinos del mundo; al profeta Daniel y al apóstol Juan, en primer lugar. Daniel recibió una revelación de esos cuatro imperios mundiales, Babilonia Persia, Grecia y Roma, en las figuras de cuatro bestias, porque no han sido otra cosa. Cada bestia revela exactamente las características y cualidades del respectivo reino. La primera bestia, un león con alas de águila, simbolizaba la grandeza del imperio babilónico; la segunda bestia, un oso con un costado más alto que el otro, y en su boca tres costillas entre sus dientes, simbolizaba la alianza devoradora y sangrienta de los medos y los persas; la tercera bestia, semejante a un leopardo con cuatro cabezas y cuatro alas de aves en sus espaldas, simbolizaba el veloz dominio del mundo por parte de los griegos; y la cuarta bestia, espantosa y terrible, que era como una mezcla de las tres anteriores juntas, pero con diez cuernos, simbolizaba el terrible imperio romano. Todos esos gobiernos han sido bestiales y satánicos, pues Satanás, el príncipe del mundo y de la potestad del aire, es el supremo titiritero que los manipula desde los aires con su poderosa organización espiritual de las tinieblas (cfr. Daniel 10:12-13.). Pero hay una explicación del sueño. Leamos al profeta Daniel en el capítulo 7:
"15Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron. 16Me acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas. 17Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra".
Hay que analizar por qué se centra la Palabra de Dios en estos cuatro grandes imperios. El Señor revela lo que no es conocido; por eso la revelación empieza en tiempos del profeta que la recibe. Antes de Babilonia había habido dos grandes imperios que alguna relación tuvieron con el pueblo de Dios: Egipto y Asiria. En Egipto el pueblo se había multiplicado, pero habían estado esclavizados; Asiria había invadido el reino del norte y se los había llevado en cautiverio. Ahora los cuatro grandes imperios a partir de Babilonia, todos sometieron a la tierra santa. Cuando el Señor nació en Belén, la tierra santa estaba sometida por la cuarta bestia, por Roma; y fue Roma quien dictó la sentencia y lo llevó a la cruz. Todos estos imperios han sido bestiales y satánicos; pero, ¿cuál será el fin de ellos cuando Satanás sea encerrado en el abismo? Dice Apocalipsis 20:1-3: "1Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; 3y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo". Cuando el Señor regrese a la tierra y Satanás sea lanzado al abismo, inmediatamente toda la estructura de su poder caerá al piso, como vio Daniel que se desmoronó toda la imagen vista por Nabucodonosor. Aunque todos esos imperios mundiales hayan caído en la historia, todavía persiste la estructura de toda la imagen. El poder mundial que llevará al poder al anticristo aparecerá con algo de la brillantez del oro babilónico, tendrá mucho del poder destructor de los medos-persas, algo de la habilidad, destreza y ligereza de los griegos, y poseerá, sobre todo, el espíritu sanguinario y fiereza del imperio romano. Pero todo eso será consumido con la llegada gloriosa del Señor Jesucristo.
"18Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre".
¿Quiénes son los santos del Altísimo? La Iglesia; sobre todo los vencedores. Y el caso es que la Iglesia le está poniendo poca seriedad a este asunto del reino. Y según la Palabra de Dios, el reino es prioritario. "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt. 6:33). Nosotros tenemos una gran responsabilidad frente al reino de Dios. Es una orden del Señor que nos preocupemos por el reino muy por encima de todos nuestros intereses y necesidades particulares.
Un cuerno enigmático
"19Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies; 20asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros".
Ahí es revelado la aparición del Anticristo, que surge de estas últimas naciones que corresponde con los diez cuernos de la cuarta bestia y con los diez dedos de la estatua del sueño de Nabucodonosor.
"21Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía, 22hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino".
Vemos en la Palabra la revelación de que Dios nos ha hecho reyes y sacerdotes; pero para reinar con Cristo hay que ser vencedor.
"23Dijo así: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. 24Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará. 25Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo".
Eso concuerda con los tres años y medio revelados en Apocalipsis (cfr. Apocalipsis 13:5; 11:2).
Instauración del reino de Dios
"26Pero se sentará el Juez, y le quitarán su dominio para que sea destruido y arruinado hasta el fin, 27y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán".
Se sabe que Cristo vendrá pronto, y va a establecer Su reino. Pero Él ahora ya está reinando; está sentado en el trono del Padre; y nosotros en cada localidad estamos representando el reino de Dios. Para que el reino de Dios sea bien representado en cada localidad, se debe estar guardando la unidad del cuerpo de Cristo. Las divisiones en la iglesia dan la imagen de un reino dividido. Cuando Josué llega a la tierra prometida, él avanza con el ejército a su mando, un solo ejército, para tomar para Dios la tierra prometida localidad por localidad. Pero quien en verdad obraba con ellos, y les daba la victoria, era Dios; y miren cómo les entrega la primera ciudad, a Jericó. ¿Recuerdan el cuadro? Solamente tuvieron que obedecer la orden de Dios, como quien dice, el Jefe del estado mayor del ejército. Darle seis vueltas a la ciudad en seis días, y en el séptimo día proclamar la victoria de Dios, dando ese día siete vueltas. Dijo Josué: Gritad, porque el Señor os ha dado la ciudad (cfr. Josué 6:15-21). Y aquellas fuertes murallas cayeron derribadas como si fueran de cartón. Era la victoria de Jesucristo. Pero en Jericó no se detuvieron; siguieron tomándose las otras ciudades, y Dios peleaba por ellos y con ellos, e iban tomando localidad por localidad, para instaurar un comienzo y modelo del reino de Dios sobre la tierra. Nosotros tenemos esa misión: ir tomando localidad por localidad, e ir estableciendo el reino en cada una de ellas.
¿Quién desea realmente que venga y se manifieste el reino de Dios? La gente recita la oración del Padre Nuestro, y dicen: "9Padre nuestro que están en los cielos, santificado sea tu nombre. 10Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt. 6:9-10). Pero si yo le digo al Señor: "Venga tu reino"; necesariamente que debe venir en primer lugar a mí. Que el Rey (Cristo) reine en mí. Tenga su trono en mi corazón, punto central de mi vida. Y reinando en mí y reinando en ti, y reinando en cada uno de los hermanos, como consecuencia el Señor reina en la Iglesia, y así entonces se está viviendo el reino. Y el mundo podrá ver que Dios reina en nosotros; eso es inocultable. Unos más, otros menos, pero el que no se somete, pues entonces hay disciplinas, hay pruebas, se establecen instancias, el Señor trata con nosotros. ¿Qué dice la Palabra de Dios al respecto? ¿Cuáles son los principios del reino? Estúdiese con detenimiento, muchas veces, el famoso sermón del monte. Ahí están resumidos los principios del reino, cómo debemos de vivir, de comportarnos como hijos de Dios. Dice el Señor allí que nuestra vida aun sea más rígida que la de los mismos religiosos. "Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt. 5:20). Eso lo declara enfáticamente el Señor. "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos " (Mt. 5:3).
Entonces, cuando aún estaba en vigencia el gobierno de la cuarta bestia, ya tiene una primera manifestación la piedra no lanzada con mano. Ya se manifiesta en el escenario de la tierra santa. En Mateo 3 dice la Escritura por boca de Juan el Bautista; el estaba predicando por el desierto, pero abre su boca para declarar algo de suma importancia: "2Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. 3Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas". En ese momento todavía no se manifiesta; apenas se está acercando; de manera que ya es tiempo de que se arrepientan. Ya está por ahí cerca el que lo ha de manifestar, el que lo ha de regir. Luego en el siguiente capítulo, en el 4, lo dice el Señor en persona: "17Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". Todavía el reino en ese momento no ha llegado; apenas se ha acercado. Para su manifestación tiene el Señor que permanecer un tiempo aquí desarrollando Su ministerio terrenal, y luego ser llevado a la cruz, donde muere por nuestra salvación, y luego ser sepultado, y luego resucitar, y luego ascendido a los cielos y ser glorificado, y luego enviar Su Santo Espíritu, a fin de que Su Espíritu nos traiga la vida de Dios y penetre y haga morada en nuestro espíritu y se haga uno solo con nuestro espíritu, y empecemos realmente a hacer parte del nuevo hombre, del verdadero hombre que ha de reinar en esta tierra, no para el reino de las tinieblas sino para Dios, Jesús y Su Iglesia, trayendo con Él el reino de los cielos, y a representar el reino de Dios en esta tierra.
El Reino es la quintaesencia del evangelio
Nosotros hacemos hoy parte de ese Rey, pues Él nos ha hecho reyes y sacerdotes; el Señor nos ha elevado a esa posición gloriosa; y la Palabra de Dios nos dice que debemos predicar el evangelio del reino. Por ejemplo, en Mateo 10 encontramos una habilitación y comisión de los doce discípulos más íntimos del Señor. Allí vemos que ellos fueron comisionados y enviados, no sin antes ser dotados de autoridad sobre los espíritus, para que los echasen fuera, para sanar toda enfermedad y toda dolencia, como sellos divinos que garantizaban la autenticidad del mensaje. El reino de los cielos es la quintaesencia del evangelio, pero ellos no iban a pregonar, diciendo: Ya llegó el reino de Dios, pues Cristo no estaba reinando todavía, pero el Señor decide enviarlos esa vez con ese bendito mensaje precursor, como los primeros rayos del alba anunciando la aparición del sol. Bueno, vosotros vais a salir ahora "y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado". Según el contexto vemos que aquellos hombres llevaban el mensaje de salvación y liberación, pero la presencia del bendito Salvador y su poder manifestado, también aseguraba la presencia física del Rey, de manera que era inminente la irrupción en medio de ellos de las gracias espirituales propias del reino de los cielos.
Nosotros hemos construido pequeños reinos en torno nuestro. Hay cosas que para nosotros revisten tanta importancia, que llegan a acaparar toda nuestra atención. Subjetivamente pueden estar ubicadas en cualquier rincón de nuestro corazón, pues objetivamente puede comprender algún aspecto de nuestro trabajo, de nuestra ocupación cotidiana, de nuestra economía, de nuestros amores y sentimientos, de manera que se agiganta tanto que se convierte en nuestro pequeño reino; y llega el caso en que no admitimos que nada ni nadie nos confronte frente a aquello. No pocas veces estamos deseando que se realice lo planeado por nosotros. Pero hay algo que ocurre, y es que no tenemos en cuenta que hacemos parte del cuerpo de Cristo, de Su Iglesia, que el Reino es de Cristo, que debo interesarme por trabajar por el Reino; y el caso es que en todo esto está en juego mi propia participación en la manifestación futura del Reino. Para que, cuando Cristo venga, yo pueda participar en las bodas del Cordero y en la manifestación gloriosa del reino, es necesario que esté participando ahora en la realidad de ese reino en la Iglesia y trabajando por él, obedeciendo sus principios y viviéndolo activamente en estos días. Acordémosnos de la parábola de las diez vírgenes.
Si no lo hacemos así, ¿qué diferencia podríamos tener con los gentiles? "32Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt. 6:32-33). ¿Cuáles son las preocupaciones centrales de los gentiles? En qué comer, qué beber, dónde vivir, qué manejar, cómo enriquecerse, dónde gozar; eso es lo que busca el mundo; y matan y roban y engañan y se llenan de enemistades y se hacen la guerra a fin de darle feliz cumplimiento a todas esas cosas. El mundo es una sola rebatiña. La vanidad colma el corazón de las gentes sin Dios; ese es su interés principal. Pero no hagáis vosotros así, pues vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de comer, de beber y de vestiros. Nosotros ya estamos en el reino; el reino de Dios ha venido a nosotros. Nosotros no vivimos bajo la autoridad del príncipe de este mundo, para seguir esa corriente de tinieblas, sino que el Reino de nosotros tiene un Rey Santo, un Rey de amor, pero también de disciplina. Si nuestro interés primordial es buscar el reino de Dios y su justicia, entonces el Señor cumplirá Su palabra de proveernos lo necesario, de abrirnos puertas de trabajo o los medios adecuados para que tengamos a tiempo nuestra comida, nuestra bebida, nuestros vestidos, nuestra vivienda, y a veces hasta para nuestro recreo, porque de eso también tenemos necesidad. Él sabe que necesitamos algún descanso temporal, nuestras pequeñas vacaciones; todo eso lo sabe el Señor. "Y todas estas cosas os serán añadidas". Dios se compromete a eso en Su Palabra. Quien trabaja para el Señor, Él cumplidamente le suplirá para sus necesidades.
Real sacerdocio
Nosotros estamos ubicados en la Palabra en ese contexto. Nosotros estamos siendo entrenados para gobernar como reyes y ministrar como sacerdotes. Por ejemplo, el apóstol Pedro en su primera carta nos declara: "4Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. 7Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; 8y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados. 9Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pe. 2:4-9). Allá ellos, los desobedientes, pero vosotros sois linaje escogido. Para Dios somos una raza especial; ya no somos nu judíos ni gentiles. Originalmente, Dios sí quería hacer de Israel una nación sacerdotal, pero ellos cayeron en la idolatría y no calificaron. Nosotros ahora somos reyes y sacerdotes, porque estamos en Cristo, quien es Rey de reyes y Sumo Sacerdote. Nótese que Pedro no dice seréis sino sois, en presente. Somos linaje escogido, real sacerdocio. ¿Para qué hemos sido llamados? Para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable; para anunciar las virtudes del Rey. Para eso hemos sido llamados por Dios, para anunciar esas virtudes del Señor y, claro, mostrarlas en nosotros mediante un testimonio santo.
En Apocalipsis también aparece esta declaración. "Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén" (Ap. 1:6). Nos hizo. Es un hecho. 9Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre los has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10y los has hecho para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra" (Ap. 5:9-10). Fuimos sacado de todo linaje y lengua y etnia; ahí están las diez vírgenes. Eso somos y lo seremos para toda la eternidad con el Señor. En todo reino hay un rey, y hay un territorio que comprende los límites del reino, y hay súbditos, pero también hay leyes, hay principios morales y jurídicos, y hay disciplinas. Los principios del reino de Dios son totalmente opuestos y diferentes a los principios de los reinos del mundo. Yo creo que las leyes y constituciones de los reinos del mundo que más pueden semejarse a los principios del reino de Dios son aquellas que se basan en alguna medida en la Palabra de Dios.
¿Restaurarás el Reino ahora?
Entonces, hermanos, ¿quién escribe esto que aparece en Apocalipsis? Juan, uno de los doce apóstoles del Señor Jesucristo. ¿Quién escribió lo que hemos leído anteriormente? Pedro, otro de los doce. Pero lo curioso es que ellos mismos, Juan, Pedro, Mateo, Felipe, Andrés, Santiago y demás discípulos, ya llegada la hora de la ascensión del Señor, se acercan a hacerle una pregunta al Señor. El Señor los había convocado a que se reunieran en el monte de los Olivos, pero ellos, antes que el Señor ascendiera al cielo, le hicieron una pregunta. Es posible que todos esos días hubiesen estado a la expectativa de cada palabra, de cada movimiento del Señor después de haber resucitado. ¡Qué gloria, qué días aquellos! ¿Qué vendrá ahora, Juan? ¿Qué podrá suceder en estos días, Pedro? Y se lo preguntaron directamente a Él. Si no es ahora, ¿podremos tener otra oportunidad? "6Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" (Hch. 1:6). Ellos, sus íntimos amigos y discípulos, tenían esa preocupación; ellos sabían acerca de las promesas de Dios sobre el reino. Y también creían que Jesús era el verdadero Rey mesiánico; luego fueron testigos de cómo el Señor se entregó para que lo mataran; que voluntariamente se entregó para que lo juzgaran y lo llevaran a la cruz, pues también lo hubiera podido eludir y huir con sus discípulos; irse lejos. Pedro mismo se lo había insinuado (cfr. Mateo 16:22). Todo eso pudieran estar ellos pensando días antes. Pero se dejó matar. Bueno, resucitó. ¡Aleluya! Pero, ¿qué sigue ahora? Ahora vemos que se va. ¿Esto qué es? Hay algunas cosas ahora que no entendemos. Por eso le preguntan al Señor resucitado y en las puertas de la ascensión que si iba a restaurar el reino a Israel en ese tiempo.
Porque, fíjense, hermanos, en esto. A ellos, a los judíos, se los llevaron cautivos a Babilonia, y aunque un remanete regresó en tiempos de los medos-persas, siguieron bajo el dominio extranjero; luego viene un tercer imperio mundial gobernado por los griegos, y siguen bajo el dominio extranjero. Incluso el historiador Flavio Josefo narra en uno de sus libros, cómo recibieron apoteósicamente a Alejandro Magno en Jerusalén, pero él no les dijo a los judíos: Vengo a darles la libertad, no; ustedes seguirán bajo mi yugo (Flavio Josefo. Antigüedades de los Judíos. Tomo II. Cap. VIII, 5, p. 256). Entonces en tiempos de Babilonia los judíos estaban bajo dominio extranjero; en tiempos de los medos-persas, también; bajo el gobierno griego, también; bajo los romanos, también, y nada que Dios restaura el reino. ¿Estaba Dios haciendo algo para restaurar el reino? Claro que sí, pero a su debido tiempo. Ya se había manifestado el Rey, pero faltaba algo. Sus discípulos no entendían los movimientos de Dios, y por eso le preguntan: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Como quien dice: Te hemos visto resucitar, hemos visto tu poder, cómo resucitaste, cómo traspasas las paredes, como te haces invisible, cómo luego restauras tu visibilidad, cómo comes a voluntad, cómo caminas o vuelas si quieres; luego tú tienes poder para restaurar el reino a Israel en este tiempo. Creemos que tú eres el Rey. ¿Lo restaurarás? Ya te vas. ¿Qué es lo que está impidiendo? Ellos no entendían nada, hermanos, debido a que ellos veían todo eso a través de un lente muy humano, como pensando: Bueno, el Señor puede ahora llamar a arreglar cuentas a todos aquellos que lo crucificaron; puede llamarlos al yugo y sacudirse de Pilato y de todo el imperio romano, incluyendo al mismo césar romano. Aquí estamos nosotros para gobernar contigo. ¿Qué impide ahora?
Pero ellos no sabían que el reino de Dios es diferente. Al reino de Dios hay que verlo y comprenderlo desde adentro; y la carne no lo puede ver ni mucho menos entrar en ese reino. La mente carnal no puede comprender el reino de Dios (cfr. 1 Corintios 2:14). Cuando el espíritu de Adán murió sin haber comido del árbol de la vida, sino que en cambio había comido del árbol del conocimiento del bien y del mal, el espíritu se opacó y, en cambio, empezó a erguirse y a crecer el alma; y cuando el alma se engrandece, su centro neurálgico es el ego, el yo. Ese constituye el centro del alma. ¿Tú qué opinas? Yo no quiero eso; yo prefiero esto otro. Yo soy el que mando. Yo soy Hitler, y voy a dominar el mundo. Esa es el alma humana. Por eso dice el Señor: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mt. 16:24). Si decide no hacerlo, no puede seguir a Cristo; no lo entiende. El yo y Cristo no pueden caminar juntos a menos que haya una renovación del alma. Dice Pablo que las cosas de Dios no las puede entender la carne; es decir, el hombre natural o el creyente carnal (cfr. 1 Corintios 3:1-4); y el alma es parte de la carne cuando no ha sido renovada. Hablando del reino de Dios, le dice el Señor a Nicodemo que nadie puede mirar el reino, ni mucho menos entrar en él a menos que nazca de nuevo para ese reino; debe experimentar un nuevo nacimiento, de arriba, para que pueda la vida de Dios entrar en su espíritu y darle la vida increada; y así podrá ver cosas que nunca antes había podido ver (cfr. Juan 3:1-7).
Nosotros, por la misericordia del Señor, hemos llegado a tener la vida de Dios, entonces podemos ver el reino de Dios; debemos, pues, ver el momento crucial que estamos viviendo, y no seguir navegando en la barca de nuestra alma. Embarquémonos con el Señor; entremos en el reino de Dios. Ellos quisieron ver establecido el reino de Dios en ese tiempo. Pero en ese momento ¿quién lo podría comprender? ¿Quién conocía a Cristo? ¿Quién? Ni siquiera ellos mismos lo conocían bien. Para ellos conocer a Cristo tuvieron que recibir el Espíritu Santo en el día de Pentecostés; y cuando ellos recibieron el Espíritu en el día de Pentecostés, en ellos hubo una verdadera revolución, y se les quitó de los ojos un grueso velo, y pudieron ver la realidad de quiénes realmente eran ellos, de quién era Dios y Su Cristo, de cuáles son los propósitos de Dios.
Aveces nosotros ni siquiera nos asomamos a meditar en esa realidad y pensar en el poder que tenemos. Dice Mateo 12:28: "Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios". Eso sólo lo puede realizar una persona que tenga el Espíritu de Dios, y esté dentro de los parámetros del reino de Dios. Porque el otro reino, el de las tinieblas, ya está juzgado y vencido; sus días están contados. Los vencedores en la Iglesia están en el reino de Dios, y representan el poder y la autoridad de Dios, sobre todas las tinieblas.
Volvamos a Hechos 1:6. Ahí hay algo que el Señor nos quiere decir. "Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" Allí no se reunieron cualesquier personas; se reunieron el Señor y Sus discípulos más íntimos. Le preguntaron: "¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" Como diciéndole, ¿seguiremos nosotros bajo el yugo romano? Eso era lo que pensaban ellos. No tenemos para qué especular, pero a veces se me da por pensar cosas y situarme en la escena de los cuadros bíblicos. Después de tres años y medio de estar escuchando al Señor tantas parábolas donde les decía que era necesario que Él se fuese y enviase Su Espíritu y más tarde volviera para establecer Su Reino, etc., y ahora le salen con esa pregunta. Bueno, pero el Señor, con paciencia y mucho amor, les responde: "7Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad". No os toca a vosotros saber los cronos o los kairós, los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad. El Padre tiene todo bien planeado; pero para que ocurra todo lo que ustedes me están preguntando, para que se establezca el reino, es necesario que el día que regrese Cristo, todos lo vean y sepan todos quién es el que viene, y, por ello mismo, muchos correrán a esconderse debajo de las piedras y en las cuevas de los montes. Y sabrán perfectamente quién viene. En aquel día de la pregunta, nadie sabía quién era Jesús de Nazaret, sólo unos poquitos. Para eso era necesario que primeramente ocurriera la extensión de ese conocimiento entre los hombres, y por eso les siguió diciendo: "8Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra".
La Biblia dice que les llegó ese poder con la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y hubo un tiempo cuando Pedro iba caminando, y traían los enfermos, pero había tanto que hacer, y seguramente no había tiempo para atenderles uno por uno, entonces con la sola sombra de Pedro, los enfermos eran curados por el poder de Dios (cfr. Hechos 5:12-16). Cuando vino el Espíritu Santo, Sus discípulos empezaron a dar testimonio verdadero de lo que realmente es Jesucristo. Mientras regreso, vosotros daréis testimonio realmente de lo que es el reino; daréis testimonio realmente de cuál es el poder de Dios. Daréis testimonio primeramente en Jerusalén (la localidad donde estaban residiendo), daréis testimonio en Judea (la provincia donde vivían), en Samaria (la provincia vecina) y hasta lo último de la tierra, llegando el mensaje a todos los continentes de la tierra, y llegó hasta Colombia, a Bogotá, y a Sogamoso, a Cúcuta, a Santa Marta y a Barranquilla. Nos llegó a nosotros este testimonio del Señor Jesús; y ahora el Señor ha establecido en nosotros Su reino. Ahora en nosotros hay una realidad del reino; lógicamente que cuando Él venga va a haber una manifestación, pero hoy nosotros ya vivimos en el reino. Si nosotros queremos participar de las bodas del Cordero y del reino milenario, debemos reinar desde ahora con Cristo; que Él reine sobre nosotros, y así nosotros estamos reinando, siendo vencedores. Y todos los entes de las tinieblas tiemblan ante el nombre glorioso del Señor Jesucristo.
"9Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo". Al ser glorificado, el Señor Jesús empezó a reinar, sentado a la diestra de Dios, hasta que todos sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies (cfr. Mt. 19:28; He. 1:3; 10:12; Ap. 3:21). Que el Señor Jesús abra nuestros ojos para que podamos verlo y vivirlo, y llevarlo profundamente con nosotros a una realidad.

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