sexta-feira, 24 de outubro de 2008

La Predicación a los espíritus encarcelados- William Kelly

(1.ª Pedro 3:19-20)

Puesto que el correcto entendimiento de este pasaje depende mayormente de que la traducción sea lo más literal y exacta posible, ofrecemos una traducción interlineal del griego al español para poder apreciar mejor algunos detalles que escapan en las versiones ordinarias. Quienes leen inglés pueden consultar la versión interlineal de Newberry The Englishman’s Greek New Testament, o las excelentes traducciones de Darby y de Kelly que se pueden descargar de aquí: El Nuevo Testamento Darby-Kelly en paralelo.

Leamos cuidadosamente el pasaje:

1.ª Pedro 3:18-20

3:18 οτι και χριστος απαξ περι αμαρτιων επαθεν
Porque también Cristo una vez por [los] pecados padeció

Δικαιος υπερ αδικων ινα ημας προσαγαγη τω θεω
[el] justo por [los] injustos para nos llevar a Dios,

θανατωθεις μεν σαρκι ζωοποιηθεις δε πνευματιsiendo muerto en carne, pero vivificado en [virtud del] Espíritu,
3:19 εν ω και τοις
en [virtud de] el cual también a los [que están]

εν υλακη πνευμασιν πορευθεις εκηρυξενen prisión espíritus, yendo predicó

3:20 απειθησασιν ποτε οτε απεξεδεχετο
los que desobedecieron en otro tiempo, cuando aguardaba

η του θεου μακροθυμια εν ημεραις νωε
la de Dios paciencia en [los] días de Noé


κατασκευαζομενης κιβωτου
mientras se preparaba [el] arca



Las siguientes notas de William Kelly han sido tomadas de su obra “The Epistles of Peter” págs. 199-205.



Si alguno desea una más detallada discusión de estas notables expresiones, podrá hallar ayuda en el tratado, en inglés, titulado “La predicación a los espíritus encarcelados” (Weston, 53, Paternoster Row).

Aquí necesitamos velar para no ceder a la fantasía, sino estar sujetos a las palabras del Espíritu Santo en su sentido exacto y en su concordancia con el contexto. Porque ellas son a menudo tomadas en forma vaga y con cierta predisposición en favor de una idea preconcebida o con vistas a un fin deseado. Para contar con una luz segura, es menester tener el ojo sencillo: y esto sólo es posible cuando Cristo constituye el objeto central. El pronombre relativo se refiere al Espíritu[1] en virtud “del cual”, Cristo fue vivificado después de su muerte.

Seguidamente se añade un hecho muy diferente, pero igualmente dependiente del Espíritu: “en [virtud de] el cual también fue y predicó a los espíritus [que están] encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca” (1.ª Pedro 3:19-20).

Aquí se nos da a entender que Cristo en el Espíritu predicó a aquellos cuyos espíritus están encarcelados porque cuando oyeron Sus advertencias, fueron desobedientes; y el tiempo en que ello ocurrió está fijado antes del diluvio el cual los castigó mientras estaban en la tierra, pues ellos están ahora guardados, como todos los demás desobedientes, para el juicio venidero.

La preposición griega έν se requiere aquí a fin de expresar con exactitud “en” o “por” que poder Cristo fue y predicó a los espíritus en prisión. No fue en persona, sino en virtud del Espíritu. Esto se halla notablemente confirmado por el lenguaje de Génesis 6:3:

“Y dijo Jehová: No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.”

Aquí aprendemos a qué aludía el apóstol, no sólo a Cristo en Espíritu (y sabemos que él es Jehová más allá de toda duda), sino al término de la longanimidad de Dios en los días de Noé. Pues a esto se refiere la declaración divina, no a la vida del hombre ―la cual aun después del diluvio era mucho más larga todavía―, sino a Su paciente contención mientras se preparaba el arca. 2.ª Pedro 2:5 junto con 1.ª Pedro 1:11 brindan mucha ayuda para esclarecer el sentido del pasaje. La razón es simple: Noé, más que cualquier otro hombre de la antigüedad, es denominado “pregonero de justicia”, de modo que podemos esperar que el poder que operaba en él, era el mismo Espíritu de Cristo que estaba en los profetas y que “anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”.

La verdad comunicada en el pasaje se torna así perfectamente clara y consistente, no sólo con las exactas demandas del contexto, sino con el resto de la Escritura. Se puede decir que aquí hay menos dificultad que con Efesios 2:17, donde se dice de Cristo, que “vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca.” Ninguna persona razonable ve en estas palabras otra cosa que Cristo ―no en persona, sino en Espíritu― predicando a los gentiles, así como a los judíos, después de su ascensión. Está bastante claro. Pero en nuestro pasaje ―si no es mal interpretado por aquellos que dan rienda suelta a la imaginación o por los supersticiosos― la gracia proveyó la calificación o el poder “en el cual” [el Espíritu] Él procedió, no dentro de la prisión, como algunos lo han imaginado, sino que predicó a los espíritus que están ahora en prisión. Ellos eran personas que vivían en la tierra cuando el Espíritu contendía con ellos en los días de Noé cuando se preparaba el arca.

Con esto precisamente concuerda la expresión “los que en otro tiempo desobedecieron”, durante ese largo período de longanimidad, compasión y testimonio. De nuevo, la estructura de la frase es la única apropiada para expresar la causa o razón moral por la cual ellos están ahora encarcelados. En vez de haberse arrepentido y haber creído, cuando el Espíritu de Jehová contendía, ellos desobedecieron: un hecho que nuestro Señor puso como advertencia, al igual que su siervo hace aquí
(Mateo 24:38-39). La misma suerte correrán los imprudentes en la venida del Hijo del hombre en la consumación del siglo.

No hay lugar en la doctrina, como tampoco en los hechos o en la fraseología de Pedro, para la extraña noción introducida por
comentaristas antiguos y modernos de que Cristo en persona fue al Hades después de su muerte con el propósito de predicar a los espíritus allí. Lo extraño de esto se torna aún más agudo por el hecho de que los únicos de quienes se dice que son los objetos de Su predicación fueron esa generación de la humanidad que había sido favorecida con la contención de Su Espíritu en Noé. Ese favor, cuando ellos estaban vivos, habría tenido naturalmente mucho más peso contra la alegada visita de Cristo después de Su muerte, aun cuando otros pasajes no demostraran que ello es innecesario para los santos y vano para los pecadores.

La verdad es que la noción fabulosa de tal predicación realizada por Cristo después de su muerte en el Hades, contraviene toda la verdad contenida a lo largo de todas las Escrituras, y es extraída solamente de este pasaje que estamos considerando, haciendo violencia a sus cláusulas por separado y a su definida esfera de aplicación, sin procurar ocuparse en seguir el argumento divino, sino interpolando una interrupción totalmente incongruente.

Pues el único carácter atribuido a aquellos que oyeron la predicación, como la causa de su encarcelamiento, es que entonces fueron desobedientes, y ¿no es extraño que la desobediencia constituya una razón para señalar a éstos de forma especial con el favor del Señor al ir a la prisión por ellos?

Si bien sería un ultraje contra la doctrina ortodoxa el hecho de suponer que haya existido tal predicación a tal audiencia, en tal lugar, condición y tiempo, es aún más claramente contrario a los términos del apóstol el hecho de que alguien introduzca subrepticiamente la idea de que el Señor predicó al conjunto de los santos difuntos del Antiguo Testamento. Ni una sola palabra implica que un creyente se halle entre los espíritus encarcelados. Todos los esfuerzos en este sentido, desde Agustín hasta Calvino, y en tiempos modernos hasta Horsley, y otros tantos más a partir de él, son completamente vanos. El claro significado de la enseñanza es contrastar el conjunto de espíritus desobedientes ―los que están en la prisión correspondiente del estado separado del cuerpo[2]― con los pocos que fueron llevados a salvo a través del agua en el arca.

Los judíos incrédulos que objetaban el reducido número de los cristianos, eran así poderosamente refutados, lo mismo que su menosprecio hacia la predicación como algo que no producía resultados serios, ya fuese creída o rechazada. ¿Estaba Cristo actuando ahora por el Espíritu, en lugar de esa manifestación de poder y gloria que los judíos anhelaban por su incredulidad de lo que Dios está haciendo mediante el Evangelio? Que los tales recuerden la manera en que Dios obró antes del diluvio, y qué sucedió con aquellos que desobedecieron Sus advertencias. No hay, pues, ninguna auténtica dificultad en este pasaje, cuando se comprende la analogía general de los días de Noé, así como los detalles del texto más correcto, prestando la más estricta atención a la traducción gramatical y a la sana doctrina. No se podría hallar en el Antiguo Testamento otro evento más oportuno para advertir a los judíos escarnecedores en los días del apóstol, que el que aconteció a los desobedientes en el tiempo de Noé cuando se preparaba el arca. ¡Qué diferente fue el resultado de la predicación de Jonás a los hombres de Nínive! Sin embargo, su arrepentimiento no fue sino transitorio, y el fin de la gran ciudad siguió. Pero el diluvio no lo fue todo para aquellos que rechazaron al Espíritu de Jehová que advertía por medio de Noé; pues sus espíritus están encarcelados aguardando el juicio, donde ninguno es justo delante de Dios. Ellos están perdidos para siempre. Sólo por la fe un pecador es justificado. La desobediencia de la incredulidad es eternamente determinante. Desafía no sólo la gracia de Dios, sino su ira; y es peor en aquellos que tienen las Escrituras.

La suposición de que Cristo predicó a los difuntos en el Hades es un sueño, que choca no sólo con la verdad en general sino con este contexto en particular, haciendo de él, cuando se examina detalladamente cada palabra en forma adecuada, algo imperfecto e irreconciliable. El resultado, además, es una extraordinaria alegación, que sugiere una inferencia doctrinal en conflicto con todas las demás partes de la Palabra de Dios. Porque atribuye a Cristo una obra que es superflua para los santos, y no menos también para los pecadores: Y para estos últimos deja abierta la posibilidad de convertirse sobre la base de una falsa esperanza, completamente inconsistente con todo lo que nuestro Señor declaró a aquellos que mueren en incredulidad mientras estuvo aquí abajo, y también con lo que el Espíritu Santo enseñó desde la redención.

Otro perverso efecto de esta errónea interpretación es que ella da lugar a que mentes ingeniosas intenten probar una oscura confirmación de esos textos en el Antiguo Testamento, como en el Salmo 68:18; Isaías 45:2; 49:9, como así también negar que el paraíso es celestial en el Nuevo Testamento. Un error conduce a otro, y puede que a muchos más. Bueno es mantener la esperanza de la bienaventurada y santa “primera resurrección” en la venida de Cristo. Pero se hace un daño tremendo al negar la bendición intermedia de los santos[2] que partieron para estar con Cristo. La Escritura es perfectamente clara y segura en cuanto a ambos.

W.Kelly


ANSWERS TO QUESTIONS (tomado de the Bible Treasury Vol. 14, por W. Kelly)

Bible Treasury volumen 14, p. 32, febrero de 1882.

PREGUNTA 1.ª Pedro 3:18-20: ¿Cuál es el significado de este pasaje? ¿Predicó Cristo después de la muerte a los santos del Antiguo Testamento?

RESPUESTA: Para entenderlo, este versículo debe ser tomado junto con lo que precede. Cristo “fue muerto en carne, pero vivificado en el Espíritu, en el cual también fue y predicó a los espíritus en prisión, desobedientes como fueron en otro tiempo, cuando la paciencia de Dios aguardaba en los días de Noé mientras se preparaba el arca, en la cual pocos, esto es, ocho almas fueron salvadas a través del agua; la cual figura también ahora os salva…”.

Así como leemos en 1.ª Pedro 1:10-12 acerca del Espíritu de Cristo testificanco en los profetas, así también aquí aprendemos que Su Espíritu (es decir, en Noé) predicó. Aquellos que oyeron, fueron entonces desobedientes, y sus espíritus están ahora en prisión. El Espíritu de Cristo por medio de Noé fue y les predicó cuando eran personas vivas en la tierra, antes de que viniese el diluvio. Pero ellos rechazaron la Palabra y ahora, en consecuencia, sus espíritus aguardan el juicio en la resurrección de los injustos. La colocación del griego (τοις εν φυλακη πνεμασιν) es decisiva, en cuanto a que la verdadera conexión no es con la predicación, sino entre los espíritus y la prisión. Ellos eran pecadores que fueron desobedientes al mensaje, y no santos consolados. La predicación fue en la tierra, donde tuvo lugar el rechazo de la incredulidad; y a causa de esto, sus espíritus están ahora encarcelados (lo opuesto de estar en el paraíso), hasta que venga el juicio.
NOTAS

[1] N. del T.─ Sobre el término "Espíritu" en 1.ª Pedro 3:18, algunas versiones, como nuestra versión Reina-Valera, toman el término pneuma (espíritu) con minúsculas, mientras que otras, como la King James (Authorized Version), en inglés, ponen el término con E mayúscula. Téngase en cuenta que en el original griego pneuma no tiene ni mayúsculas ni minúsculas. Es el traductor quien decide si se refiere al espíritu humano (ahí van minúsculas) o al de Dios (ahí van mayúsculas)."For Christ also hath once suffered for sins, the just for the unjust, that he might bring us to God, being put to death in the flesh, but quickened by the Spirit: By which also he went and preached unto the spirits in prison; Which sometime were disobedient, when once the longsuffering of God waited in the days of Noah, while the ark was a preparing, wherein few, that is, eight souls were saved by water. (AV) (1.ª Pedro 3:18-19)."Quickened by the Spirit", es la versión más correcta porque, en primer lugar, coincide con la doctrina de Romanos 8:11, y 2; y, en segundo lugar, no es doctrinalmente correcto decir que el espíritu humano del Señor estuviera muerto (como se implicaría si se tomase espíritu con minúscula) y que necesitase ser hecho vivo o vivificado. El alma y el espíritu no mueren, pues son inmortales; el cuerpo sí. Por estas dos importantes razones, la mayoría de los traductores adictos a la sana doctrina optan por referir aquí al Espíritu Santo, pues lo otro no tendría sentido.

[2] N. del T.─ El estado intermedio se refiere a la condición del alma separada del cuerpo por acción de la muerte, hasta que vuelva a unirse al cuerpo en la resurrección. Para los santos, se trata de una condición de bendición, o sea, del paraíso, la inmediata presencia de Dios tras la muerte (Lucas 23:43; 2.ª Corintios 12:1-4); mientras que para los malvados, su parte es en el infierno, donde sufrirán el castigo eterno y consciente (Lucas 16: el rico y Lázaro).

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